Es que es obvio

No hace falta buscarle los tres pies al gato porque Pam, Belarra y Rosell nos los señalan

La ley del sólo sí es sí tiene gato encerrado y, a este ritmo, es lo único encerrado que va a dejar esta ley. Hemos creído que la rebaja de penas a violadores y sus consecuentes puestas en libertad son fruto de la chapuza de los ministerios de Igualdad y de Justicia. Teniendo en cuenta la de asesores y técnicos que hay en ambos ministerios, son muchas las opiniones y los informes que tienen que haber desoído para acabar en este caos. Son capaces, sí, pero no nos olvidemos del gato.

Las últimas declaraciones de Victoria Rosell, jueza de profesión y delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, en un acto público en defensa de la ley del sólo sí es sí nos permiten sospechar. La jurista, que por fuerza tiene que saber de lo que habla, ha dicho que "el punitivismo es una trampa porque es una violencia". Sólo genera violencia, dice ella, responder a la violencia (a la del violador) con la violencia de un juicio justo con todas las garantías y en unas cárceles impecables. Esto dice. A ver si la rebaja de penas no ha sido accidente, sino consecuencia -consciente o subconsciente o ambas- de una ideología que ve al delincuente como una víctima.

¿Conspiranoico? No creo. Recuerden las bromitas de Pam, secretaria de Estado. Y ahora lo dice Rosell, bajo la atenta mirada de las ministras Irene Montero e Ione Belarra, que aplauden a rabiar. "Cuando el problema es penal, pues se arregla con las penas y ya está. No hace que el problema sea social". Quieren (y lo reconocen a voces y entre aplausos y cabezadas de asentimiento) socializar el dolor. "Imponer una pena muy alta a un agresor aísla e individualiza el problema". Y remata, con un acento teatral, alargando las labiales para subrayar su evidencia: "Es que es obvio".

Aislar a los agresores, que a nosotros -pobres ingenuos- nos parece lo básico, a las cabezas o cabecillas de esta ley les resulta contraproducente.

Los tres pies del gato son tres. El primero, este desbarajuste con las penas tiene pinta de intencional. El segundo, este disparate intelectual de creer en los beneficios de la socialización, que late bajo la alfombra. Y tercero, es un desdén antidemocrático de esnobismo revolucionario, porque trasversalmente la sociedad está a favor de penar sin ambages a los agresores sexuales. Ni la técnica jurídica ni la razón social ni la legitimidad democrática apoyan esta ley de Podemos. Es obvio que, si insisten, es por algo.

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