Mar adentro

milena Rodríguez / gutiérrez

En la penumbra

ESCRIBÍA el poeta Eliseo Diego: "Un poema no es más / que una conversación en la penumbra / del horno viejo, cuando ya / todos se han ido, y cruje / afuera el hondo bosque". Pero, ¿y si los que se han ido son los propios poetas?, ¿dónde queda entonces el poema?, ¿no es aún más oscura la penumbra, más hondo y crujiente el bosque?

Demasiados poetas han muerto en este mes de enero de 2014 que tan inofensivo parecía; tres grandes poetas, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Félix Grande. Crees que vas a escribir sólo sobre uno; podrías, tal vez, hacerlo sobre dos; pero la cifra tres lo vuelve ya todo insoportable y confuso. ¿Quién escribió Islas a la deriva? ¿Por qué me gusta Blanco Spirituals? ¿Es posible seguir gelmaneando todavía?

Pero hay que intentar aclarar las cosas, escapar un poco de la penumbra, pensar al derecho. Creo que Juan Gelman nació en España y escribió Tarde o temprano. Félix Grande, nacido en México, se sentó un día y nos dejó los poemas de Sidney West. José Emilio Pacheco era argentino y publicó Las rubáiyátas de Horacio Martín.

Nadie sabe muy bien por qué escriben los poetas ni cuánto van a quedarse; están de paso y no paran de recordarlo. "Dentro de dos tres poemas me iré", me parece que dijo Félix Grande. "Mucho de lo que vimos / es vida entre paréntesis", tal vez pensaba José Emilio. "Estamos por última vez en dondequiera", creo que escribió Gelman. Mueren los poetas como todo el mundo y no hay nada que hacer. Aunque imagino que unos días, al menos unos pocos días, los libros puedan ponerse a media asta en las editoriales, en las librerías, en las bibliotecas. En América y también en España (¿no son acaso el mismo sitio?).

Cuando mueren los poetas sólo ellos son nuestro consuelo. Sólo ellos pueden hacernos creer que no pasa nada, que todo sigue siendo como antes y entonces uno lo repite como un conjuro: "Los soles solan y los mares maran, los platos platan y las sillas sillan". Ellos mismos nos dicen que no hay que preocuparse, que el guión se cumple como estaba previsto: "Hay muchos que andamos a pedazos / y los pedazos tienen aristas es sabido". Que en algún momento pasaría: "En la poesía no hay final feliz". Da igual quién dijo cada cosa, ya están dichas como deben. Y esas cosas se quedan, esas cosas no se van, y con ellas, se queda también un poco de ellos mismos. A pesar de todo, no consigue la muerte acabar con la conversación en la penumbra.

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