Hacia el estado policial

Progresamos hacia un sistema de libertad vigilada como hacía mucho tiempo no se conocía en España

Los alrededores de la fundación Pablo VI, zona universitaria y levítica, plagada de casas de congregaciones religiosas y de instituciones universitarias, conforman uno de los puntos más apacibles y tranquilos de Madrid. Hasta allí hubo de desplazarse el pasado martes a medio día Pedro Sánchez para asistir a la clausura de un Congreso que se celebraba en el excelente auditorio de esa institución. Un acto protocolario más de los que esmaltan la agenda de cualquier mandatario, sólo que en la España de Sánchez ya nada es normal ni se parece a lo que se entiende por tal en una democracia.

Ese mismo día, a primera hora, el director general de la fundación, Jesús Avezuela, personalidad que goza de un gran reconocimiento por su talante personal y su valía intelectual, se vio en la precisión de escribir una insólita carta a todo el “personal, residentes y colegiales”. En ella hacía severas advertencias para que nadie realizara “ningún acto que nos pueda comprometer ni de manera institucional, ni personal”. Más aún, en un párrafo antológico, y aun comprendiendo el malestar que puede sentirse con “la situación política actual”, se instaba a la comunidad a que mantuviera “la prudencia para evitar cualquier tipo de sanción administrativa”, ya que “desde los servicios de seguridad de Presidencia del Gobierno han tomado todas las medidas necesarias a fin de identificar a todos los que estamos en el marco de la institución”. La breve pero elocuente nota termina asegurando que “por indicaciones de la policía” no debían abrirse las ventanas mientras Sánchez anduviera por la zona.

Forzoso es reconocer que progresamos hacia un sistema de libertad vigilada como hacía mucho tiempo no se conocía en España. Ayer escribía Juan Carlos Girauta en El Debate que “desde la última investidura de Sánchez han regresado a nuestro país negros fantasmas del pasado. Se llaman censura y represión violenta. Cobran cuerpo en forma de acciones policiales desproporcionadas y arbitrarias que conculcan el derecho de manifestación”. Pero lo descrito arriba va más lejos. El PSOE se va metiendo en un callejón sin salida: pese a que se cortaron las calles aledañas, y pese al enorme despliegue policial, Sánchez recibió de vecinos y estudiantes los epítetos que sobradamente merece porque no es tan fácil hacer callar a los españoles cuando dicen ¡basta! Y el día en que se nos obligue a callar, hablarán las piedras. Literalmente.

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