Postales desde el filo

José Asenjo

Un problema

EL pasado lunes El País titulaba en primera página: "Los sabios del PSOE piden un trato especial a Cataluña en la Constitución". El martes los dirigentes del PP criticaban la ambigüedad socialista sobre el nacionalismo y el miércoles los poderes regionales socialistas advertían que no aceptarán los privilegios fiscales que pide el PSC. La noticia salió de la filtración de unos trabajos, para un informe sobre la reforma constitucional, que redacta un grupo de expertos para el PSOE. Unas recomendaciones que sólo se convertirían en propuestas de incluirse en el programa electoral que tiene que ser aprobado por el Comité Federal socialista.

Lo cierto es que no hacen falta filtraciones para saber que el PSOE tiene un problema con este asunto. Es imposible reconocer la singularidad de Cataluña sin introducir elementos de asimetría fiscal en el sistema de financiación. Si para los nacionalistas, Cataluña es una nación dentro de un Estado plurinacional, lo que no pueden es dejar de reconocer que sus ciudadanos, como todos los españoles, gozan plenamente del "derecho a tener derechos". Tienen reconocidas sus singularidades culturales y una política lingüística en la que lo único que está en riesgo es el bilingüismo por el monocultivo del catalán. Por lo tanto no queda más sustancia diferencial que la fiscal, el reconocimiento de un sistema similar del que ya gozan vascos y navarros. La negativa a transferir rentas a otras regiones no es nada original, la derecha populista antieuropea plantea lo mismo dentro de la UE.

Recuperar al sistema asimétrico del inicio del proceso constitucional es como querer volver a meter el genio en la botella. Desde el punto de vista ideológico la única posición coherente para el PSOE es la defensa de un sistema de cohesión territorial basado en un modelo fiscal progresivo y progresista.

Que dentro del PSOE se esté planteando dejar a un lado una de sus principales señas de identidad para encontrar una solución política al contencioso catalán es tan voluntarista como arriesgado. Entre otras cosas porque para abordar la cuestión independentista más que a la teoría política habría que recurrir a la psicología de las pasiones. Y no sé si el PSOE está en condiciones. Lo normal sería que los dos grandes partidos nacionales mantuviesen una unidad básica frente al desafío independentista. Si eso no es posible ¿cómo piensan articular un consenso para la reforma constitucional?

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