Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Una de las actividades más provechosas de los inquisidores de género ha consistido en revisar los productos culturales del pasado cercano o remoto: habría que censurar a Ovidio por narrar la violación de Lucrecia, sonetos de Petrarca, algo de Dante, esculturas, pinturas, creadas desde el patriarcado para mantener sumisas y humilladas a las mujeres. Ciertas canciones de Sabina, ¡a la porra todo el romanticismo! Esta actividad, tan útil que nos dejaría sin memoria del horror y nos privaría de armas para combatirlo, tendría que abarcar gran parte de la mejor poesía elaborada para ‘cercar y conquistar la fortaleza de la virtud femenina’. Porque no tendríamos que contentarnos con eliminar los soeces piropos callejeros o los brutales asaltos de las bacanales multitudinarias, donde el alcohol y las drogas eliminan y suspenden cualquier filtro civilizado, habría que borrar de un decretazo bastante de Catulo, no poco de Garcilaso. El Amor Cortés: ¡al basurero!; Ibn Hazm de Córdoba (994-1063), y su Collar de la paloma: ¡fuera! Quizá salvaríamos a Juan de Flores, el poeta palaciego de la época de los Reyes Católicos que en sus novelas y tratados recoge la voz de las mujeres oprimidas y la de sus defensoras. Y sobre todo, porque en su Triunfo de amor propone una inversión total de los usos amorosos, un mundo al revés, en el que los hombres son acosados por las mujeres que los cercan y violentan. La excelsa Sor Juana Inés de la Cruz (la autora del poema Hombres necios) quizá se salvara, aunque no toda Rosalía de Castro. De las poetas modernas, nada que achacar a las que practican una poética de la sospecha que ve enemigos y hombres lobo por todas partes. Bueno, las mujeres que en internet se dicen unas a otras ¡guaapaaaas!, sin cesar, tendrían que cortarse un pelín. Y puestos a regular la convivencia, ¿por qué los políticos no prometen que en cuanto ocupen el poder van a promulgar una ley que castigue con severidad a cualquiera de ellos que le eche un piropo a un compañero o a sí mismo, si no dedica, al mismo tiempo, una alabanza semejante a un adversario? Piropos partidistas, no. Cilicio para todo aquel que llame veraz a Sánchez, inteligente a Feijóo o patriota a Abascal. Y por prometer que no quede. Los electores prestan a las promesas electorales la misma atención que a las ofertas de las operadoras telefónicas.
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