En tránsito
Eduardo Jordá
¿Tú también, Bruto?
Se atrevió a poner su exquisitez técnica al servicio de una emotividad casi infantil”, ha dicho el director británico Thomas Adès antes de dirigir en San Sebastián, con la Orquesta de la Ópera Nacional de París y el pianista Kirill Gerstein, un homenaje al grandísimo músico francés en el año de celebración del 150 aniversario de su nacimiento.
El artista no debe tener más objetivo que alcanzar la inalcanzable meta de la perfección técnica, decía Ravel. Su logro, como bien ha dicho Adès, fue fundir exquisitez y perfección sin que la segunda hiciera menos sutilmente elegante a la primera, y artificio y sentimiento sin que lo primero hiciera menos conmovedor lo segundo. Pocas veces en la música del siglo XX se han unido tan íntimamente la más refinada elegancia y el más puro sentimiento, la búsqueda minuciosa de la perfección y la emoción que hace asomar las lágrimas –en mi caso, sobre todo, con el segundo movimiento, adagio assai, del concierto para piano en sol mayor– o provocar la mayor exaltación, casos de La valse y sobre todo del Bolero.
Acierta también Adès al calificar de “casi infantil” su emotividad. Hay mucho, más que de nostalgia, de fascinación por la infancia en Ravel. Como si nunca hubiese dejado del todo de serlo y pudiera reconocer en los niños restallar la luz que a él no se le había extinguido por dentro. No existe una ópera más encantadora y llena de magia que El niño y los sortilegios, ni pieza pianística y orquestal más desbordante de elegante fantasía que Mi madre la oca, con su Pavana de la Bella durmiente, Las conversaciones de la Bella y la Bestia o El jardín feérico.
Tengo en el mismo pedestal a Ravel y a Falla. No solo porque se profesaran amistad y admiración, porque Ravel fuera el más español de los músicos franceses y Falla el más francés de los españoles, sobre todo porque en ambos, siendo en tantas cosas tan distintos, encuentro una pureza, una exaltación, una elegancia, una gracia y una emoción que pocos, muy pocos músicos del siglo XX tienen, De Falla dijo Ravel que era “uno de los músicos más grandes del mundo”. De Ravel dijo Falla algo que aplico a los dos: “la obra de Ravel vivirá siempre entre aquellas que más fielmente cumplen su misión de alentarnos en nuestro caminar”. A mí, ambos me alientan.
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