Un rey al mando

19 de agosto 2025 - 03:08

En mitad de una España que arde un rey se pone el traje de faena de la UME y se pone al mando. Se percibe la oportunidad y también el sentido de la responsabilidad, de la imagen necesaria, de justificar los millones que nos cuesta a todos su cargo. Y, por añadido, el señorío que tanto gusta del que manda como lo más natural y hasta valorando al subordinado, que no el súbdito.

Algunos hacen lo que tienen que hacer y otros se tiran los trastos mientras arde el país ante la impotencia general y sin usar los medios que ahí están para estos momentos, calculando el rédito político más que los árboles y las vidas a salvar.

En mitad del lodazal patrio que primero se inundó y ahora arde cuál tea o fósforo nutrido por pastos resecos tan faltos de ganado, ahí tenemos esa figura visible que se está ganando el puesto haciendo nada más que aquello para lo que está: señalar con su presencia silenciosa y amable el camino.

En tiempos faltos de liderazgo, de urgencia por sobresalir y llevarse calentito el botín, Felipe apostó por el largo plazo y se dio toda una década para hacer un cortafuegos con el pasado, digerir mediáticamente los pufos familiares, dejar que su princesa refulgiera como ahora lo hace, que se perdonara a su esposa ser plebeya y con ideas propias y, sobre todo, sobrevivir a los sucesivos gobiernos de esta corrupción sistémica con tantas crisis como llevamos sin dar con el voto a algo parecido a un político que se merezca el cargo.

Reinar no es fácil. Nunca se me ocurrió ni criticar ni por supuesto envidiar ese nacer para un cargo y saber qué será de tu vida con todos mirando y opinando. Debe ser un trago que no, no está pagado. Hasta el pobre reina en su miseria. Pero un rey en el siglo XXI es una aritmética existencial que, bien pensado, no se la deseo a cualquiera.

Pero este rey Felipe ha aprendido y sabe ya jugar sus momentos. Comenzó con la dana aguantando que le gritaran y le lloraran mientras otros salían huyendo de aquel reboce en el barro. Allí empezó a ganarse el puesto.

Ha cambiado. Una década en el trono ha hecho que nuestro rey ya hasta cree su propia corte con cantantes y deportistas a la cabeza. Se echaba de menos este tener al fin rey para sonrojo de los que entienden la política como un egoísmo público. Faltaba este espejo de virtud incomoda en mitad de unas vacaciones que, por supuesto, a él se le acabaron pronto.

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