El síndrome de antipatriota

El ciudadano que no llegue a final de mes, el que se queje de las desorbitadas subidas de los productos de primera necesidad volverá a las catacumbas de la dictadura

20 de enero 2008 - 01:00

LOS riesgos que corren los que se dedican profesionalmente a la política -es decir, los que viven de ella, no los que tienen la alta vocación de servicio- es que las tonterías normales que cualquier ciudadano hace o dice a lo largo del día y que, naturalmente, pasan desapercibidas, quedan reflejadas y magnificadas cuando ellos las hacen o dicen en los medios de comunicación, para suplicio, indignación o regocijo popular, dependiendo del puesto que ocupan en el rango del poder, llámese ejecutivo u opositor.

En esta mirada hemos recogido muchas perlas, sin distinción de procedencias o colores. Ahora que entramos de lleno en la campaña electoral el bombardeo de tonterías a que vamos a ser sometidos será infinito. Una de estas perlas, procedente de la fértil imaginación del señor Zapatero, es la ocurrencia de tildar de 'catastrofistas' y 'antipatriotas' a los que hablan de crisis económica o a los problemas de llegar a final de mes de infinidad de ciudadanos. Lo malo es que no ha hecho especial hincapié en que sus calificativos iban dirigidos, exclusivamente, contra el PP, que, en efecto, aprovecha cualquier coyuntura para debilitar al Gobierno, con los argumentos más peregrinos, desde la 'teoría de la conspiración' del 11-M a la connivencia con el terrorismo. Esa falta de precisión ha permitido que en los razonamientos de humoristas, comentaristas y, sobre todo, en la ciudadanía haya prevalecido la idea de que el que se queje de no llegar a final de mes, que los garbanzos han subido un cien por cien desde se implantó el euro, que tomarse una cerveza o un café casi se ha convertido en lujo prohibitivo para no pocas economías o los que se lamentan de que el pollo -no sé si también el conejo-, el aceite y hasta el pan nuestro de cada día han batido todos los récords, como los recibos de la luz, el teléfono y las hipotecas, están incluidos por el Gobierno en la lista negra de los 'antipatriotas' y 'catastrofistas'. Y, lo que es peor, para tantos españolitos sin filiación política, ser etiquetados, 'ipso facto', como seguidores, simpatizantes o quintacolumnistas del PP, olvidando, de paso, que quienes más sufren estas situaciones son los potenciales votantes de un partido llamado socialista y obrero.

¡Válganos el cielo!, que diría Carrillo. ¿No calificaban, poco más o menos así, en la dictadura a los disidentes que, indefectiblemente eran rojos, masones o, en el mejor de los casos, tontos útiles? El calificativo de antipatriotas se le aplicaba, automáticamente, a los que no comulgaban -en el sentido amplio de la palabra, empezando por el religioso- con el régimen. La gente, que a pesar de todo desarrollaba un sentido crítico agudo, contraponía a los 'tontos útiles' que cuestionaban el sistema, los 'tontos inútiles' que estaban dentro de él y que ocupaban puestos y canonjías diversas.

No me gusta la expresión de patriotas o antipatriotas, porque, como niño que fui de la posguerra, me suenan muy mal estos calificativos, torvamente acuñados en aquella época nefasta. Como me sonaba fatal la letra del himno nacional que, por fortuna, ha sido rechazada olímpicamente. Es preferible el 'chinda, tachinda' que ese esperpento.

Pero, a lo que iba. No es justo reconvenir a la gente, con los epítetos que sea, por quejarse de sus cuitas y problemas económicos. Si los garbanzos, la leche, el pan o el modesto cafetito son artículos de primera necesidad, como una vivienda digna, es natural que la gente se queje de enarbolar cifras que hablan del crecimiento global de la economía española -no de la individual- o de la técnica del IPC que nunca, ni con este Gobierno ni con los anteriores, ha recogido la verdad de lo que ha subido la vida ni de lo que le cuesta a los españolitos, catastrofistas y antipatrióticos, llegar a fin de mes. Todos no somos Botín, Rato ni Pizarro, el nuevo fichaje de Rajoy, que no ha tardado en recomendar otra 'perla' para la crisis: gastar menos y ahorrar más. Con los 2.000 millones que le dio Endesa seguro que ve las cosas más patrióticamente que el resto de los ciudadanos.

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