Sinvergoncísimos

26 de mayo 2025 - 03:08

Tenemos un problema de nomenclatura, nos faltan términos para denominar las perversiones actuales. Se nos están quedando chicas palabras como cobardía, crueldad, soberbia, insania, arrogancia, menosprecio, humillación… Llamar animales salvajes a los que practican estas aberraciones supone una ofensa para los animales. Los animales matan para comer, y una vez saciados, paran. Almacenan accidentalmente una pieza, pero no tiene silos de gacelas, ni almacenes de bisontes, ni cámaras frigoríficas repletas de osos sacrificados para épocas de escasez. No utilizan drones ni misiles ni bombas para exterminar indiscriminadamente a poblaciones enteras de sus congéneres. Ellos se lo curran, cara a cara, solo con sus garras y sus dientes. La víctima tiene alguna oportunidad de escapar. Mi hermano Juan era un mordaz inventor de palabras. Tenía por delante a dos hermanos brillantes, que solían figurar en el cuadro de honor de los Maristas del Carril del Picón. Él era un estudiante menos motivado, y pronto, con inteligencia y afecto, se dedicó relativizar la sabiduría de los mayores con la ironía y, a veces, el sarcasmo. Frente a las palabras sagradas de la ‘alta cultura’, que sus hermanos exhibían ante la tribu familiar, Juan metía el buril de sutiles deturpaciones. Lo seguíamos la patulea de los menores que, aun adorando a los mayores, y guiados por un instinto igualitario, nos alistábamos en el batallón deconstructivo de Juan. Si los dos mayores recitaban a Shakespeare por los barrancos de Cenes, Juan y su tropa, a unos metros, remedábamos en un cenero ceceante e incierto, las palabras canónicas del genio inglés: “Cer o no cer, ahí está el poblema…”. De ‘sinvergoncísimos’ habría tildado Juan, no solo a los descarados Mazón y Gallardo, sino, sobre todo, a los que desde sus partidos los amparan y defienden. Nos ‘amazonamos’ por levante y, al momento, nos ‘gallardeamos’ por poniente, habría sentenciado. No de otra manera se puede llamar el juego sucio que practican los aforados inquilinos de la jaula burocrática; políticos que nos dejan fuera de su garito. Juan no cejaría en la búsqueda, como Lot, en la Biblia, de un hombre justo, honesto, incorruptible al que votar y que nos salvase de terminar arrasados, como Sodoma y Gomorra, por el vendaval de descaro y abusos con el que nos canean a diario unos y otros.

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