Sócrates y la IA

11 de agosto 2025 - 03:08

Tengo una preciosa libreta con las recetas de cocina de mi madre. Las sigo fielmente y nunca me salen los guisos como a ella. Bueno, salvo las migas que las hacíamos juntos cuando, con 93 años, se cansaba de menearlas para que perdieran el agua de más. La calabaza frita, como patatas a lo pobre, con su ñora y sus salchichillas, sí me sale, approx, como a ella. Pícara, al dictarme una de sus recetas, esbozaba una sonrisa y se guardaba el toque maestro para que no pudiera emularla. 20 años después de dejarnos, aún descuelgo el teléfono a ver si me desvela el secreto del potaje de lentejas o de la tortilla de patatas. También he intentado cocinar un soneto, viendo la facilidad –envidiada por Góngora– con que le salían a Lope, incluso me sé de coro su “Un soneto me manda hacer Violante”, pero no logro dar con su secreto. Y el portentoso Director de orquesta Gustavo Dudamel me sorprende cuando lo veo atreverse con las composiciones más enrevesadas, de memoria. Dirigiendo, a un tiempo, a un cantante de ópera, un coro y a la Orquesta Filarmónica de los Ángeles, sin partitura. Le han preguntado que cómo lo hace. Dice que lo aprendió de su maestro, el venezolano José Antonio Abreu, creador de la organización musical juvenil El Sistema; que él le enseñó a leer las partituras al revés y que, estudiándolas desde el final, consigue memorizarlas. Si él lo dice… Ni mi madre ni Lope ni Dudamel sueltan prenda. Platón, hace 2500 años, por boca de Sócrates, sí adelantó lo que nos está sucediendo con la omnisciente IA: que creemos, o nos gusta creer, que aunque no lo sabemos todo, con la ayuda de esta empollona (y ya circulan por la red unas cuantas IA), seremos capaces de saber tanto como ella. Sócrates puso el dedo en la llaga a propósito de la escritura. El daba clases particulares, paseando por las orillas del Iliso, en Atenas. La ratio, tremenda: “1 Fedro, 1 Sócrates”. ¡Así, quién no aprende! Sus enseñanzas eran orales. De la escritura (su competidora), dijo cosas como esta -aplicable al inmanejable caudal de información que nos aporta la IA-: “producirá [la escritura] el olvido en las almas de quienes la aprendan, al descuidar la memoria, ya que fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos, por sí mismos”. ¡Cuidado que no nos agilipolle la IA!

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