Una sombra en mi ojo

Este magistral relato viene a darnos una lección, como una bofetada, de que en la guerra no hay buenos

En la guerra no hay buenos y malos. Tan solo existe la maldad. Recuerdo haber leído un artículo en El País, hace ya bastante tiempo, que me llamó la atención por el titular: "No hay guerra buena, pero sí hay guerras justas". El articulista se acogía al término Ius ad bellum o el derecho de hacer la guerra, al amparo, eso sí, de una causa justa, una autoridad legítima y con un uso proporcionado de la violencia; utilizar la violencia con sentido de la proporcionalidad y de forma discriminada para que no afecte a quienes no son combatientes, se argumentaba en el artículo. Pero no hay proporcionalidad en la violencia. La última guerra en Europa, la olvidada, la guerra de los Balcanes, además de destruir una sociedad multiétnica, dejó 220.000 civiles muertos, de los que 1601 eran niños, muchos asesinados por un impacto en la cabeza o en el tórax, gracias a la pericia de los francotiradores. Quizás uno de los momentos en el que los bandos han estado más claros ha sido la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿dónde estuvo el punto de violencia proporcionado? El hecho de adjudicarle proporción a la violencia es un eufemismo macabro. En 1945, antes de ejecutar la que llamaron operación Cartago, con un estudio tan concienzudo que construyeron maquetas de la zona que bombardearían para evitar errores, la Royal Air Force británica arrasó la sede de la Gestapo, en Copenhague, el objetivo de liberar a 18 prisioneros se cumplió. Pero quedaron 86 niños sepultados, porque a pesar de tanto estudio, bombardearon también el colegio Jeanne d'Arc. Para las madres, para los padres, de esos niños ¿qué era lo justo y qué lo necesario y qué lo medido? El director danés Ole Bornedal ha llevado al cine esta terrible historia en un filme de título preciso, Una sombra en mi ojo, y ahora que vivimos la guerra en una Europa civilizada que vende armas a los buenos para que paren a los malos, este magistral relato viene a darnos una lección, como una bofetada, de que en la guerra no hay buenos. La policía militar de Israel no investigará el asesinato de la periodista Shirín abu Aklé. Otro fracotirador, éste parece ya demostrado que israelí, no necesitó más que una bala para acabar con la periodista propalestina. Una niña cubierta de polvo bebe su leche con ansiedad. Se fue al colegio sin desayunar, su padre le dijo que si no se la bebía se iba a morir. Sus amigos ya no están y no existen aulas donde aprender que en la guerra tan sólo hay malos, de uno y de otro lado.

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