Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El subastero de la Moncloa

Difícil es que del absurdo y el circo en que se han convertido las Cortes se pueda pasar a la razón y la mesura

La endiablada ley D’Hont nos deja un panorama electoral cada cuatro años en el que los que ocupan plaza en la Moncloa se las ven y se las desean para contentar/mimar a catalanes y vascos que, a la larga, acaban siendo los que dirimen los asuntos con sus apoyos en Madrid.

La excusa de cada gobierno (del PP o del PSOE, a estos efectos de arrodillarse ante las minorías autonómicas no hay muchas diferencias), es que tienen mayoría y deben gobernar con lo que haya. Hasta Sánchez se ha buscado esta excusa. Y, a cambio, pues de subasteros de prevendas con las minorías que son las que le dan la gobernabilidad.

Las ofertas han ido creciendo hasta el punto de que una ministra se ha ido hasta Waterloo a llevarle la propuesta a un prófugo en busca y captura. Como buenos vendedores la excusa es que hay que cerrar una etapa y tal y tal. Pero ellos mismos deben estar pasándolo fatal teniendo que ir al besamanos hasta Bélgica para recibir el plácet del fugado. Hasta los políticos tienen su alma y su moral. Y debe ser de vergüenza ajena cogerse un avión con la comanda (seguro que están todos en el ajo, como se va viendo conforme avanza el tema) de conseguir que el prófugo compre al precio que sea.

Esta humillación del Estado con las autonomías viene de antiguo. Ya se hizo con Pujol que se sacó el que unos y otros gobiernos miraran hacia otro lado mientras él se montaba las bases de un Estado excluyente además de dejarle hacer en las escuelas donde la labor de décadas de adoctrinamiento dio como resultado la asonada civil del procés, ese engendro mal montado con el que la burguesía catalana creyó por fin ver el cielo de la liberación del pretendido (solo para ellos) yugo español.

Difícil será que se pongan de acuerdo, pero siempre hay que intentarlo para reformen una ley electoral que no refleja con fidelidad la voluntad popular. Con unas minorías territoriales sobre representadas en el Parlamento, esta vergüenza nacional de hacerle la pelota a las autonomías ricas es un mal que no deja de hacer daño a una nación que, bien mirado, tiene problemas mucho más importantes y generales que pagar traductores para entender a gente que te puede (y debería, al menos por ahorro y cortesía) hablar en castellano.

Difícil es que del absurdo y el circo en que se han convertido las Cortes se pueda pasar a la razón y la mesura. Pero todo sea intentarlo y recordarlo.

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