Las tabernas como fuente de inspiración

08 de octubre 2025 - 03:06

Mi padre, que era funerario y agente de seguros de Santa Lucía, hacía sus pólizas de decesos en las tabernas, que visitaba con mucha asiduidad. Algunos días llegaba a mi casa con el bolsillo lleno de servilletas de los bares en donde había anotado los datos necesarios para la ‘póliza de los muertos’, pues así era conocida. Llegaba a decir que a él no le hacía falta despacho, que la mesa de trabajo podía ser cualquier mesa de bar. Yo en eso me parezco a él, aunque no suscriba pólizas, sino ideas para mis libros o mis columnas. Muchas de esas ideas me surgen cuando estoy en un espacio ruidoso, rodeado de gente, con la máquina de las tragaperras sonando o la cafetera emitiendo ese horrible sonido cuando calienta la leche.

Desde hace años suelo desayunar en el bar Aixa, que está en el Albaicín. Allí me siento en uno de los rincones del patio y raro es el día en el que no emborrono seis o siete servilletas con ideas que se me han ocurrido p ara mis escritos: un pensamiento, los trazos de una conversación, cosas, impresiones, una visión… Cuando llego a mi casa me vacío el bolsillo de servilletas. Me he dado cuenta a estas alturas de mi vida que no necesito el silencio o la comodidad de un sofá para producir. Un bar me puede servir. En su libro Mientras haya bares, Juan Tallón cuenta como a una gran cantidad de escritores les llegaba la musa en pleno bebercio, o cuando estaban rodeados de gente gritona y escandalosa. He leído que en el Café Odeón de Zurich era habitual ver escribiendo a Thomas Mann y a Bertolt Brech. Y que James Joyce comenzó su Ulises en el Café Voltaire. Casi todos los poetas saben que José Hierro estuvo mucho tiempo yendo a un bar a escribir sus poemas. Sartre también necesitaba el ruido de las cafeterías para escribir y pensar. El bullicio y el caos eran buenos para su existencialismo. Y nuestro malogrado poeta Javier Egea, tenía dicho que, si se perdía, lo podían encontrar en las tabernas, a donde iba a escribir sus poemas. Lo que quiero decir que a veces los bares ruidosos son fuentes de inspiración. El otro día oí a una señora joven de etnia gitana que había ido con su hijo a desayunar al Aixa y en un momento determinado se dirigió al niño con las siguientes palabras:

–Como no dejes el móvil y te comas la tostada te doy un tortazo que te arranco la cabeza.

Sublime, pensé. Esto da para una columna. Es la que he escrito hoy.

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