El tiempo recobrado

Lo de menos es el allí, lo demás es el selfie para colgar en las redes con la sonrisa de la falsa felicidad

El calor nos dice lo contrario, pero, para la mayoría, el tiempo de asueto acabó. Ese tiempo que parece interminable, que a veces se convierte en interminable, que debe servir para descansar, pero que no siempre cumple con su cometido, acaba el primero de septiembre, para desconsuelo de muchos y alivio de otros que vuelven a la rutina con la decepción de un tiempo en balde. La pausa ya no tiene cabida ni siquiera en vacaciones. Los he visto este verano, cumpliendo etapas, marcando horarios, corriendo precipitados de un lado a otro, deseosos de ser pastoreados. Los he visto llegar después de una caminata y volver a la misma velocidad con la expresión en el rostro de "visto todo lo que había que ver", sin haberse detenido a mirar el arroyo, a sumergir las manos en el agua fría; sin ser conscientes de que bajo la bota comprada ex profeso yacen muertas las flores que se erigen entre las piedras sin tallo, con tan sólo color púrpura de pétalos. Los he visto entrar en la capilla de la Iglesia de Santo Tomé en Toledo, mirar a ambos lados sorprendidos, preguntar qué es lo que podían ver allí, pintar en el rostro un decepcionante "¿ya está?", engullidos por la magnificencia de El entierro del Señor de Orgaz. Los he visto recorrer la casa de Federico García Lorca y salir afirmando que estuvieron en su tumba en Collioure. La prisa no les dio tregua para leer el nombre inscrito en la lápida. Obligados a ir a algún sitio, a visitar lo que Internet recomienda, a no parar en un loco "correr, correr, malditos", para poder decir "yo estuve allí", y lo de menos es el allí, lo demás es el selfie, el autoretrato, el yo, siempre pedante, para colgar en las redes con la sonrisa inmensa de la falsa felicidad en primer plano y en segundo... un escenario desenfocado. La pregunta cada año es definitoria ¿qué vas a hacer este verano? Con la obligación implícita de hacer algo, en ese corto periodo en el que se debería rescatar el sosiego que nos roba la rutina. Juan José Alonso y Ángeles Silva han sabido el valor de recobrar el tiempo, sin televisión, con una escogida biblioteca, con una conversación siempre tranquila, con un buen vino y una mejor comida. Un pequeño hotel en el corazón del Bierzo homenajea a Proust en el nombre, El tiempo recobrado, y convierte los días en ese universo nietzscheano del eterno retorno, de lo omnitemporal. El verdadero tiempo del descanso detenido. Una isla paradisíaca para los que últimamente, al mirar alrededor, como Proust, preferimos "la vie réalisée dans un livre".

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