En tránsito
Eduardo Jordá
Vivienda
Paisaje urbano
Hace poco cayó en mis manos el reciente libro de memorias de Virgilio Zapatero, secretario de Estado y ministro en varios gobiernos de Felipe González, una lúcida mirada de un prototipo de ciudadano de provincias que hizo carrera en la universidad hasta ingresar, como otros, en el Partido y ganarse la confianza de los que mandaban. Contiene el libro interesantes reflexiones sobre la abundante actividad reformadora de aquellos primeros gobiernos socialistas y otros asuntos menos agradables, con lo que se puede estar más o menos de acuerdo, pero donde sobresale el respeto por las instituciones y un proyecto de Estado.
Una de las cuestiones más interesantes que plantea es la diferenciación, que operó siempre, entre Gobierno, Comité Federal y Grupo Parlamentario, los tres cuerpos que interactúan en el Partido, si bien desde puntos de vista diferentes, hasta el punto de entrar en conflicto, algo ya sugerido en la Constitución cuando establece como obligación el carácter democrático de los partidos. Por lo que puede atisbarse entre líneas, la dimisión de Alfonso Guerra como vicepresidente marcó un antes y un después en la buena sintonía entre Gobierno y Partido, hasta el punto, ya en los estertores, de negarse el grupo parlamentario a seguir el criterio del Gobierno en una votación en el Congreso.
Viene todo esto a cuento de la diferencia que observamos en la política de hoy. Lleva más de un mes negociando el presidente en funciones y su círculo más próximo, en la opacidad más absoluta, su investidura con los independentistas catalanes, los cuales le exigen (estos con total transparencia) nada menos que una amnistía por sus delitos y la consulta pública vinculante, y no tenemos ni idea de lo que piensa el resto de miembros del partido. ¿Se ha discutido el asunto en el Comité Federal? ¿Se ha pronunciado al respecto el grupo parlamentario ya constituido, que el fin y al cabo será el que tenga que dar validez con su voto lo que ahora son meras promesas sin valor efectivo?
El libro en cuestión lleva por título Aquel PSOE, inmejorable resumen de lo que va entre un partido central y hegemónico al debilitado primus inter pares en que anda convertido ahora por la ambición sin escrúpulos de su líder, con riesgo cierto de quedar en la más absoluta irrelevancia. Aunque no parece que ello importe a quienes no hacen otra cosa que sonreír junto a él delante del teleprompter en cada mitin de domingo.
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