Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Conocemos la enorme capacidad de movilización que tienen las actividades deportivas en la actualidad, en especial en las competiciones en las que compiten las selecciones nacionales. Lo que hace y consigue una selección nos llena de orgullo nacionalista y pareciera que nosotros mismos hubiéramos ganado el campeonato o la medalla de oro y nos deprimimos cuando caemos derrotados, bueno, o nos quedamos subcampeones.
Lo del orgullo nacionalista, o nacional, bien lo saben ciertas comunidades autónomas del Reino de España que no pierden ocasión para pedir que sus selecciones compitan a nivel internacional en ciertos deportes, de modo que podría darse el caso de que la selección de esa comunidad se enfrentara a España en algún evento. Por centrarnos en el deporte que más moviliza, a veces parece que no hubiera otro, o sea el fútbol, últimamente han decaído un poco los partidos de las “selecciones autonómicas”, probablemente el calendario tan cargado de competiciones impida que los mejores jugadores estén disponibles y en definitiva a la afición le resulta poco atractivo ver un enfrentamiento entre Cantabria y la República Democrática del Congo, por poner un ejemplo al azar.
Disculpen la divagación autonómica y volvamos a la repercusión que tienen los deportes para remover las conciencias. Aprecio que hay un cierto sesgo en la moral de los organismos europeos que organizan las competiciones deportivas internacionales. En febrero de 2022 los equipos de futbol de Rusia fueron excluidos, sine die, de todas las competiciones que organiza la UEFA, y así ocurre en otros deportes como baloncesto, balonmano, etc. De hecho, Rusia está excluida de los Juegos Olímpicos y de prácticamente toda competición deportiva internacional.
Yo me pregunto si, por ejemplo, la UEFA se ha planteado excluir a los clubs de Israel de las competiciones futbolísticas. Desde luego en la edición de este año no, pues el Maccabi Tel-Aviv ha disputado las fases previas, aunque ya fue eliminado. Podríamos citar otras competiciones de equipos en que los representantes de Israel juegan contra federaciones europeas. Parece que ni en el deporte, tan movilizador en otras cuestiones, se remueven las conciencias europeas. Al menos los ciudadanos, véase el traspaso fallido de Weissman, se movilizan. Puede que los dirigentes piensen que no hay razones o quizás sea porque Israel no es una gran potencia en deportes; salvo en competiciones de tiro, donde no me cabe duda deben tener grandes ases. Vale.
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