Manías

Erika Martínez

erikamartinez79@gmail.com

Como toda la vida

Ya se sabe, lasmilitancias dan risa:todo se había hecho mucho mejor antes

Encontrarse en la mitad de la vida (y admito que semejante afirmación implica una buena dosis de optimismo) te permite asistir a un curioso espectáculo generacional: el de comprobar cómo personas que celebraban la transformación y la diferencia en su primera juventud empiezan a refunfuñar como ancianos prematuros. Los motivos de queja son distintos a los de hace veinte años. La actitud es, sin embargo, parecida. La semana pasada leí un artículo de cierta narradora mexicana que se burlaba del feminismo interseccional por trasnochado. Ya se sabe, las militancias dan risa: todo se había hecho mucho mejor antes.

La vida política en España está cambiando. La vida sexual en España está cambiando. Cambian nuestros hábitos. Tengo la suerte de conocer a personas extrañamente sincronizadas con su tiempo, capaces de actualizar su forma de pensamiento y sus hábitos, que poseen una inclinación natural a superar los prejuicios que los años nos evidencian. Ese don (que yo envidio y muchos considerarían indeseable) no es por supuesto la única manera digna de ir madurando. Como las diferencias generacionales son inevitables y mientras nos pisa los talones la apisonadora de la historia, es bueno repetirnos lo más sencillo: vendrá lo nuevo y nos molestará por el simple hecho de serlo. Estoy segura de que envejecen mejor quienes se paran a pensar en la razón de su rechazo. Reaccionar como si las nuevas opciones de vida nos cuestionaran, ridiculizando al otro o acudiendo a la autoafirmación solo demuestra inseguridad y miedo.

Cada vez son menos quienes consideran que una pareja homosexual es un peligro para la familia de siempre. Con eso es fácil estar de acuerdo, exceptuando quizás al fanatismo religioso. Las nuevas prácticas (que en realidad siempre existieron pero están extendiéndose) son más difíciles de aceptar. Ser vegano, partidario del poliamor, formar una familia monoparental o una pareja abierta no es una amenaza para quienes, felizmente, prefieren seguir siendo omnívoros, fieles, monógamos o tener hijos con una persona del otro sexo. Yo eso lo respeto, dirán muchos, aunque no lo practique. ¿Y entonces por qué insistir a quien no te discute en lo bueno que está el jamón o el amor de toda la vida? ¿Quién ha dicho que no?

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