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La influencia de los genes es innegable. Todos tenemos un rasgo, una forma de ser, que nos emparenta, lo queramos o no, con nuestros padres (o abuelos) y que, al mismo tiempo, dejaremos en herencia a nuestros descendientes. Sin embargo, los genes también son caprichosos y seguro que todos conocemos una oveja negra en alguna familia, un hijo/a, un sobrino/a, un tío/a,... que se separa de la norma común y que parece ser un extraño pese a compartir apellidos y sangre con el resto de la familia. Estas excepciones son visibles en todos los seres vivos, no solo los seres humanos, y, para muestra, una Mirada Urbana. Entre rosas rojas florecen, como si tal cosa, un par de rosas rosas (seguro que aquellos que estudiaron latín en sus años de juventud escuchan en estos momentos resonancias de la primera declinación), resaltando claramente por el contraste con sus hermanas. Quizá, alguna de las semillas que los operarios de Parques y Jardines del Ayuntamiento plantaron tenía algún gen recesivo que se ha manifestado ahora en estas ovejas rosas, o quizá es que no todo depende de la genética, porque ¿qué llevaría a un hijo, criado por los mismos padres y en el mismo entorno que sus otros hermanos a comportarse de forma completamente diferente a estos si, a priori, tiene también los mismos genes?
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