La ciudad y los días
Carlos Colón
Lo único importante es usted
Cuando llegan estos días más breves, y se reanudan las rutinas, se vuelve a los trabajos, nos reunimos con los habituales en el lugar habitual para tomar el habitual primer café del día y empiezan los colegios, se ve venir el otoño. Aunque el calor lo desmienta, la luz, que nunca miente, anuncia el tiempo que empezará dentro de una semana. Nuestro raro otoño, cierto, tan de calores y sudores de fiebre, larga agonía de un pegajoso verano que no entiende de calendarios, que se nos cuela en la primavera –¿quién no recuerda fuego cayendo sobre el puente de San Bernardo un Miércoles Santo o sobre la Resolana un Viernes Santo?– y se prolonga hasta bien pasado el día de Santa Teresa, que no es infrecuente ver abanicos en el triduo de Las Teresas. El otoño meteorológico dura tres meses; el nuestro, mes y medio. Pero los días son más breves, la noche avanza y la luz, que es siempre una verdad absoluta, es otra.
Por eso estos días se me va poniendo cuerpo de taller de imprenta y encuadernación, de relojería, de barbería –un abrazo a nuestro querido Chano, con deseos de mejoría–, de papelería –otro abrazo en nuestra Madre de la Amargura al recordado Vilches, cuya papelería se desmonta estos días–, de mercería… De todos los pequeños negocios que los italianos denominan con la hermosa palabra “bottega” que lo mismo sirve para designar un negocio, una tienda o un taller, sea este el de un zapatero remendón, un relojero, un maestro artesano o un artista con sus aprendices.
Esos pequeños espacios de trabajo, de lámparas bajas de relojeros, de babis de impresores y encuadernadores, de impoluta bata blanca de barbero, de olor a papel y lápices de las papelerías o a tejidos y maderas antiguas de las mercerías, en los que tantas veces suena bajito una radio y el trabajo adquiere un ritmo de digna y serena regularidad, son para mí, como por recuerdo infantil las novelas de Julio Verne, Conan Doyle o Walter Scott, la imagen amable, recogida, de íntimo repliegue, del otoño que nos vemos obligados a inventarnos. Porque el verano, que la semana que viene se despide con temperaturas de entre 35 y 40º, dará paso a una entrada del otoño con 32º y la vaga promesa de lluvias para el primer fin de semana otoñal. Ojalá. Pero, no lo duden, nuestro pegajoso y numantino calor no se rendirá.
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