Los trenes desde Granada

Si un ciudadano de Alhendín pierde el autobús a Granada, a siete kilómetros, tendrá que aguardar más de 40 minutos

Viviendo en plena 'era de la información', no deja de ser una paradoja que andemos bastante desinformados sobre asuntos en los que nos debiese ir el mayor de los intereses. Recordemos, hace ya decenios, que se produjo un tácito y silencioso acuerdo -sin reuniones, fanfarrias y otras alharacas- entre quienes opinaban y los que gobernaban la ciudad para hacer de ésta una especie de meta de postal, pórtico final del peregrino devoto del turismo, del monumento, de la buena mesa y del paisaje. Eso nunca se llevó a cabo, y si en buena parte se cumplió -o se está cumpliendo- lo ha sido, sobre todo, por el interés del propio empresariado, tanto de la hostelería como de la hotelería, que junto a un innegable interés de las propias instituciones, han potenciado a Granada como una de las ciudades mejor preparadas para recibir la importante afluencia turística que recibe cada año, como anfitriona de la ciudadela palaciega de la Alhambra, de los jardines encantados del Generalife, de barrios tan atractivos internacionalmente como son el Realejo o el Albaicín y de un impresionante conjunto monumental, desde el inicio del Renacimiento hasta la explosión gloriosa de la escuela barroca granadina, de la que nacen o reciben fuertes y decisivas influencias todas las de las demás ciudades de esta Comunidad Autónoma y aún de Hispanoamérica.

De cualquier forma, justo será señalar que a falta de potentes inversiones de las administraciones -central y autonómica- hasta tiempos muy recientes, la clase política gobernante sí se mostró mucho más partidaria de marcar fechas, a modo de metas periódicas, siempre para posponer, en las que se suponía que se irían alcanzando dádivas de este o aquel otro gobierno -de la autonomía o de la nación- que fuesen necesarias inversiones, para ir sosteniendo los cuatro palos del sombrajo en que se podía haber convertido el mundo del trabajo, de la empresa, del futuro de Granada si los propios granadinos se llegan a haber descuidado.

De ahí hemos de deducir el lamentable estado de las redes de comunicaciones a su paso o que tengan por destino la provincia de Granada. Migajas sólo, si como tales se pudiesen considerar, son las que hasta Granada han llegado en este tipo de inversiones, tan absolutamente necesarias para el verdadero desarrollo económico y el futuro. Como ejemplo lamentable sólo una muestra. Si un ciudadano de Alhendín desea trasladarse a Granada, a sólo siete kilómetros de distancia y pierde un autobús de línea, habrá de aguardar más de 40 minutos para poder abordar otro. A esa velocidad el desarrollo llega muy lento, demasiado mento.

Pero si lo que desea es tomar algún tren para ir a algún lugar de la península, puede echarse a llorar, tranquilamente, porque, si Larra ya dijo que "en España escribir es llorar", fue porque en aquel tiempo aún no habían trenes en ningún sitio. Y en este tiempo, en Granada y su provincia, dos siglos después, ¡tampoco! ¿O no?

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