Cajón de sastre
Francisco González García
Viva ‘El Álamo’, carajo
Cuando eres adolescente, te sueles quejar de que el mundo cruel no te deja ser ‘tú mismo’. Como si, nada más nacer, uno estuviera acabado del todo. Y tu madre te hubiera dado a luz, enterizo, de una sola pieza, al que los demás le impiden, con presiones de todo tipo, ser tal como te han parido: con la hoja de ruta rellena en todas sus casilleros y epígrafes. En esas edades en realidad solo eres una pizarra vacía, una tablilla de cera lisa, o un folio en blanco en los que el estilete de los libros, el de la vida, el de la experiencia –con sus gozos y sombras–, van dejando huellas, letras, marcas, muecas, grietas que, solo al final, permitirían hablar de ese nebuloso ‘tú mismo’ que, ni aun entonces, sabrás –ni tú ni los demás– en qué consiste. Cada vez más, afloran en mí (y me consta que ustedes, lectores, no podrán pasar este lunes sin conocer los pormenores de este afloramiento), vetas decimonónicas que debo a haber vivido con personas de mi familia nacidas en el último tercio del XIX, y a mi padre que era un señor muy moderno en algunas cosas –ropa y complementos–, pero profundamente enraizado en las formas de vida de esa centuria. Las que conoció y aprendió en una familia de artesanos del metal, trabajadores y exitosos; vecinos de la calle Elvira. La confrontación actual con Venezuela me ha hecho recordar una canción de la Guerra de Cuba, de finales del XIX, que mi tita María nos cantaba por los 50’, con música de la zarzuela Cádiz. Los soldados que iban a luchar en la isla caribeña contra los independentistas, la cantaban en los barcos que los transportaban: “Vámonos a Cuba ya, / que es preciso defender / la bandera nacional. /Que viva España, /que mueran los mambises, / de raza desigual / que quieren acabar / con la bendita España...”. Trato de adaptarla a la buscada guerra contra los ‘mambises’ venezolanos, para que puedan cantarla las tropas que mandemos contra Maduro a defender el orgullo patrio. Confío en que, en la Escuela Naval Militar de Marín, donde la princesa Leonor se prepara (sin privilegios, pero no sin salvavidas) para entrar en combate –si triunfo como letrista belicoso–, más pronto que tarde hagan suya esta copla: “Vámonos a Venezuela ya, / que es preciso despistar / del embrollo nacional...”. Y, por qué no, conseguir un Grammy Latino, si me la canta la Rosalía.
También te puede interesar
Cajón de sastre
Francisco González García
Viva ‘El Álamo’, carajo
La trastienda
Siete años para un espigón
La esquina
José Aguilar
Una querella por la sanidad
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nada más distinto que dos hermanos