LA aventura independentista en que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha embarcado a Cataluña dio ayer un paso adelante al firmarse en Barcelona un nuevo preacuerdo de hoja de ruta del soberanismo. El pacto, llamado "hoja de ruta unitaria del proceso soberanista catalán" fue suscrito por Convergencia Democrática de Cataluña -el partido de Artur Mas fundado por Jordi Pujol-, Esquerra Republicana de Catalunya, el pequeño partido de los separados del socialismo y las organizaciones ciudadanas ANC y Omnium Cultural, así como la asociación que agrupa a los ayuntamientos independentistas. Los firmantes asumen la transformación de los comicios autonómicos previstos para septiembre en elecciones plebiscitarias que, si les otorgan la mayoría de diputados, conducirá a la declaración de independencia y la apertura de un proceso de transición nacional que ha de durar año y medio. Se proponen, en suma, ganar las elecciones, redactar una Constitución catalana, abrir negociaciones con España y con la comunidad internacional, celebrar un referéndum constituyente y convocar otras elecciones, ya legislativas. Todo ello en el plazo perentorio de 18 meses. Es de destacar que el preacuerdo no ha sido refrendado ni por Izquierda Unida ni, ni por la CUP ni por Uniò Democrática, el partido de Duran Lleida, que participaron en los inicios del proceso soberanista ideado por Artur Mas, que aparece de este modo como un proyecto cada vez menos respaldado por las formaciones políticas catalanas. Coincide, además, la fuga hacia adelante de Mas con la merma del apoyo ciudadano a la secesión, puesta de relieve por numerosas encuestas, incluso las encargadas por la misma Generalitat, en las que el número de catalanes que apuestan por la independencia disminuye y aumenta el de los partidarios de permanecer en España y negociar un avance en el autogobierno. Si a estos factores se unen las acciones judiciales contra Mas por su referéndum ilegal, la doctrina del Tribunal Constitucional contra el proceso soberanista y la actitud firme de los dos partidos mayoritarios de la sociedad española, sin cuyo concurso no es posible reformar la Constitución vigente en el sentido que propugna el presidente catalán, la situación que se presenta es diáfana: Artur Mas ha decidido una fuga hacia delante, colocarse al margen de la ley y dirigir a Cataluña hacia una confrontación directa contra el Estado al que pertenece. Una confrontación en la que está condenado a fracasar y, lo que es peor, a conducir al pueblo de Cataluña a la frustración. Mientras más se debilita su proyecto político, más aventurero se desvela Mas. Y más viajero hacia ninguna parte.

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