De viernes sociales y lunes al sol

No creo en un país que una y otra vez cae en el error de no adaptarse a tiempo al nuevo escenario económico

Recuerdan? Aquella película del año 2012. Aquella de hombres y mujeres, de frustraciones y esperanzas afectadas por cierres de fábricas y astilleros que desaparecieron fruto de una cruda reconversión; aquella, simplemente, de lunes al sol. Era la historia de la desocupación, de la edad y sus inconvenientes para competir en un mercado laboral donde la oferta de mano de obra crece al ritmo que crecen las cifras de paro. Es la historia de la falta de alternativas, de la deshumanización, de la risa de bar que encierra tras su persiana crueles desgracias personales, de la crónica negra del desempleo, de la fragilidad de la condición humana cuando descansa en la necesidad de dignificar tu vida a través del trabajo… de lunes al sol. De permanentes lunes al sol.

Los viernes sociales no son ninguna película. Al menos hasta ahora, quién sabe mañana. No son un reajuste presupuestario, ni un mecanismo de respuesta a inaplazables necesidades sociales de nuestro país. Ni tan siquiera una reconversión de diferentes prestaciones sociales que justifiquen su modificación y un diferente reparto. No. Nada de eso. Los viernes sociales son más bien una suerte de venganza política de un presidente de la todavía nación que, bajo ilimitado orgullo, no sabe o no supo aceptar las reglas de juego democrático, en general, y en particular, lo que debe significar gobernar con legitimidad en minoría.

De ahí que cuando esto sucede, nuestra sociedad transite bajo el riesgo de convertir viernes sociales en lunes al sol. De ahí que el Banco de España haya cargado contra los viernes sociales de Sánchez, culpando los Reales Decretos y sus consecuencias de la revisión al alza del déficit público. Es como jugar a nuevos ricos. Como que puedo comprar lo que me venga en gana. Incluso sin dinero, que ya vendrá otro que pague lo que dejo hoy en el debe de la cuenta: subsidio de desempleo a los 52 años, exención del IRPF en las prestaciones por maternidad, ampliación de permisos de paternidad… medidas que, como dice la entidad supervisora, consideradas de manera individual, tienen un efecto económico muy limitado, pero que en cambio, provocan una revisión del pronóstico de endeudamiento. Medidas por tanto, de gran lectura electoral, indudablemente, pero que vuelven a descontrolar unas cifras macroeconómicas que aún demandan, muy al contrario, grandes dosis de sacrificio social. Esa y no otra es la realidad.

No deseo una sociedad de viernes al sol. No creo en un país que una y otra vez cae en el error de no adaptarse a tiempo al nuevo escenario económico para minimizar efectos y pérdidas. No creo en un país que mire más a la obtención del voto a costa de atender sólo el presente y deshabilitar inversiones en investigación y desarrollo. No creo en un país tan corto de miras, en un país que hoy propone viernes de aplausos mientras se aboca a un futuro de intensas y permanentes semanas al sol. No creo en ese país. Ni tampoco en estadistas que venden su responsabilidad de Estado por momentos estelares, poses y figureos.

Definitivamente no me gustan los viernes sociales.

Y menos aún los lunes al sol.

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