EDITORIAL
El PIB y los huevos
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Por si quedaba alguna duda tras la confusa frase de Donald Trump sobre España en la cumbre de líderes que rodeó la firma del acuerdo de paz para Gaza, en menos de veinticuatro horas el presidente de los Estados Unidos dejó claro qué es lo que piensa del Gobierno de Pedro Sánchez. Amenazó con aranceles solo aplicables a nuestro país por la resistencia española a situar el gasto militar en el 5% del Producto Interior Bruto, algo que sí han hecho, según el mandatario norteamericano, el resto de los países integrados en la OTAN. Trump volvió a demostrar que lo único que le importa de España, o quizás lo único que sabe, es esa negativa a multiplicar los fondos de defensa y seguridad. El Gobierno de un país soberano, como es España, tiene perfecto derecho a decidir qué porcentaje del PIB quiere para defensa o cuánto va a dedicar a educación. Desde ese punto de vista, los reiterados pronunciamientos de Trump deben ser vistos como un intento de injerencia de un dirigente que se cree que tiene el derecho de decidir por otros, quizás porque se le han dado demasiadas facilidades para ello en la cúpula de la Alianza y en otros países. El asunto, al margen de cómo se diseñe la política de seguridad europea, tiene una dimensión que no se puede ignorar: el presidente de la primera potencia mundial, reforzado ahora por su gestión en Oriente Próximo, coloca a España en el lado de los países que deben ser “castigados” y presionados porque están fuera de la ortodoxia que él quiere imponer en el mundo. Se trata de una circunstancia con una acusada dimensión simbólica, que, sin embargo, no debe cambiar las prioridades del Gobierno. Aumentar el gasto de defensa es una exigencia del nuevo orden mundial y España tiene la obligación de hacer una contribución efectiva al esfuerzo de occidente. Pero debe mantener su propia capacidad de decisión y actuar pensando en sus ciudadanos.
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