Antolino Gallego Molina

¿En qué modelo de metrópolis queremos vivir?

La "Granada vaciada" presenta viviendas asequibles y calidad de vida, pero es necesario renunciar a ciertas condiciones materiales

La UGR debe seguir apostando por la transformación de su entorno, por ejemplo mediante la deslocalización de sus sedes en otras comarcas

Dos personas caminan por el centro de Granada en una imagen de archivo.
Dos personas caminan por el centro de Granada en una imagen de archivo. / GH

24 de junio 2024 - 03:59

En una de mis múltiples reuniones para el impulso del chopo en la Vega de Granada, un alcalde me dijo: "Aquí vivimos muy agustico, pues aún somos pueblo rodeado de campo. Es un lujo junto al legado de Federico". De estos pueblos ya quedan pocos. En la Vega de Granada cada día se escribe un nuevo capítulo de "la historia de una lenta agonía", como así lo indicó mi querido maestro y amigo Antonio Castillo en su blog Paisajes del Agua.

El campo se va arrinconando, los chopos van quedando alineados al Genil y los pájaros van buscando refugio en las plazas de nuestra metrópoli. Un espacio, el agrícola, ahora amenazado también desde el aire con la líneas de alta tensión de las grandes plantas de energía solar (energía “sostenible”) aprobadas por nuestros diferentes gobiernos en un tiempo récord. ¿Qué le he hecho yo al aire para que me ataque de esa forma?”, dice el dulce chopo de Federico, infatigable trabajador que limpia nuestra atmósfera durante las 24 horas de cada uno de los 365 días del año. Nuestra Vega, uno de los espacios más fértiles de España, que nos ha ido supliendo de lino para nuestros vestidos, madera para nuestras casas, azúcar para nuestros dulces, tabaco para nuestras tertulias, espárragos para nuestra dieta saludable, ajos para nuestro choto y un sinfín de alimentos para el consumo local, está cada día más amenazada.

La agonía de la Vega debe verse en un contexto social y territorial más amplio. La provincia de Granada, como otras muchas, está sufriendo un proceso de despoblación acelerada en la mayor parte de su territorio. Los mayores se nos van, sus hijos marcharon y sus nietos a lo sumo vuelven de vacaciones. Un amplio espacio en el que el turismo se empeña en ser la única opción de nuestras diferentes acciones políticas. No hay otras muchas oportunidades para los jóvenes en este vasto territorio. Es un tema complejo de resolver. Las oportunidades para nuestros jóvenes, en el mejor de los casos, se concentran en la metrópoli y en la costa.

A su vez, al haber más población, los servicios de la metrópoli se multiplican. Los negocios se hacen más atractivos para los empresarios. Hay más clientela. Con ello los ciudadanos se sienten más felices porque la vida se les hace más divertida. Hay más cines, más discotecas, más bares, más teatros y un sinfín de oportunidades de ocio. Aunque no tantos parques, ni lagos, ni árboles en torno a nuestros ríos de proximidad. Pero sí más y más turistas en nuestros barrios históricos desde primeras horas de la mañana. Las terrazas de los bares, a rebosar. Los atascos no son obstáculo para congregar numerosas colas de espera en la entrada de nuestros grandes centros comerciales. Vale la pena esperar, pues dentro tengo comercios y restaurantes de todas las comidas del mundo. El centro se despide de su comercio tradicional y se viste de largo para los bares de los turistas.

Sin embargo, más gente implica más necesidad de vivienda, nuevas infraestructuras para los trenes y los autobuses, y sobre todo más espacio para los coches. A su vez, los polígonos industriales crecen como gran oportunidad para los ayuntamientos de atraer impuestos con los que gestionar los crecientes servicios. Estas infraestructuras necesitan más espacio. Espacio que día a día se va restando de los cultivos de nuestra Vega, de nuestros recuerdos. Un nuevo paso en "la historia de una larga agonía". Todo ello, sin embargo, revierte en una cada vez más irrespirable y sobre todo más estresante metrópoli. Nuestros nervios a flor de piel crecen sin darnos cuenta, especialmente al volante o cuando esperamos más de diez minutos en una parada de autobús. Claro ejemplo de ello son las numerosas personas que salen a nuestros espacios naturales protegidos como Huétor y Sierra Nevada durante los fines de semana a modo de liberación del estrés acumulado. “Vitamina N” de Naturaleza, que diría mi querida colega de la Universidad Mari Carmen Aguilar. Nos estamos convirtiendo en madrileños o parisinos. El éxodo de coches el domingo por la tarde está servido.

Por contra en la "Granada vaciada" la vivienda disponible crece y es más barata, hay menos atascos, más aparcamiento y el ruido está dentro de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. La N de Naturaleza avanza en estas zonas tras la retirada del homo sapiens, hay cada vez más árboles y más tierra disponible para trabajarla y producir alimentos y productos forestales. Se abre así un mundo de posibilidades para las personas que desean tranquilidad y buena calidad de vida. Eso sí, hay que renunciar a ciertas cosas, especialmente materiales. Para que esto funcione sin embargo tiene que haber más trabajo y oportunidades de negocio, más allá del turismo. Y es ahí donde quería llegar con estas humildes y sencillas palabras: necesitamos iniciativas empresariales sólidas en la provincia, industria sostenible y un claro y directo apoyo al sector primario, agrícola y forestal. Es en esto donde debemos poner el foco de nuestras inversiones. La metrópoli está saturada y aliviar sus problemas de congestión, nos va a costar mucho dinero.

La Universidad, a la que tengo el honor de pertenecer, no es ajena a este gran problema social y ambiental. Desde los últimos años la UGR y su Consejo Social en alianza con la Diputación de Granada han apostado por acciones para la transformación del entorno que son de aplaudir. Sin embargo, debe ser más ambiciosa. La UGR provoca una concentración de casi 80.000 personas en la metrópolis, personas que son parte de nuestro futuro y que generan gran actividad económica pero también un alto impacto negativo en muchos aspectos. ¿Por qué no apuesta la Universidad en campus deslocalizados en Guadix, Huéscar, Loja, Lanjarón, Iznalloz, etc.? Pongo un ejemplo. El campus de Cluny de la Universidad Arts e Metier aporta 500 alumnos en un pueblo de 4.000 habitantes. Necesitamos una “Universidad rural”. Necesitamos que la Universidad y ciudadanía dignifiquen al mundo rural, en especial a los trabajadores del campo y de los montes.

¿Y qué decir de la digitalización? La digitalización es quizás la mejor herramienta contra la despoblación. Se puede trabajar en una empresa australiana desde Jerez del Marquesado, siempre que haya una excelente cobertura de red. Y esa es la clave. Pero voy más allá. Una empresa de digitalización solo necesita ordenadores y mesas, que se pueden instalar en el centro de la metrópolis pero también en ciudades como Baza. Las políticas deben favorecer de manera activa en sus presupuestos que las empresas digitales se instalen en estos entornos rurales y que el cable de fibra óptica llegue a cada rincón de nuestra geografía.

Mientras tanto, los ciudadanos de Granada capital y los "pueblos" de la Vega, entre atasco y atasco, entre el humo invisible y en el futuro inmediato rodeados de campos de placas solares, nos seguiremos preguntando "¿en qué modelo de metrópolis queremos vivir?”.

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