Provincia

Tres meses sudando la camiseta

  • La llegada de turistas a las playas se traduce en descanso para muchos y trabajo para unos pocos: son los trabajadores que deciden 'cambiar' de empleo para hacer frente a las demandas estivales

Durante el resto del año sus persianas permanecen cerradas, a la espera de la llegada de turistas a la Costa que se repite cada verano. En esos otros nueve meses, sus propietarios se ganan la vida de distintas maneras, pero con el calor se plantan el delantal y se convierten en 'profesionales' de la hostelería, de las tiendas de comestibles o de los kioscos de las playas. Son negocios estacionales, que reaparecen en la época estival para servir mientras los demás disfrutan. No trabajan con mala cara las 10 o 12 diarias que en algunos casos emplean, porque saben que, al final, les habrá merecido la pena. Aunque este año, según dicen los que regentan estos negocios, lo de hacer el agosto viene matizado por la crisis.

Antonio Olmo, de 57 años, lleva 20 bajando desde Jaén a Torrenueva para abrir durante tres meses el Restaurante Tahití. Natural de Alcaudete, arrastra no sólo a camareros de allí, sino también a clientela. "Tenemos unos clientes fijos, personas de unos 50 años que repiten verano tras verano", señala el jienense. El resto del año se dedica a la hostelería, pero desde otro ángulo: la venta de bazar. Es de los pocos en el paseo de Torrenueva que se atreve en su carta con carne y pescado. Y los jamones que tiene colgados en la barra tienen un sabor excelente. No se dedica a poner tapas, como otros de sus colegas, sencillamente él y sus cinco camareros se centran en comidas y cenas. Y les va muy bien. Este hostelero no se queja demasiado de la crisis. "La del 83 y la del 92 esas sí que fueron malas", recuerda con una memoria que se adivina privilegiada por su conversación.

Pero no todos los dueños de los negocios del paseo de Torrenueva piensan igual. Este anejo motrileño es el paradigma de la estacionalidad. Un 70% de los negocios abren sólo de julio a septiembre. En invierno, prácticamente está todo muerto y en verano con bullicio hasta altas horas de la madrugada. Es un constante ir y venir de personas que salen para cenar, para pasear o realizar compras en los tenderetes y muchos también para refrescarse y tomarse un helado. Es raro ver a alguien en verano en este pueblo que no lleve ropa de 'dominguero': pantalones cortos, chanclas… Durante el día y la noche. Aprovechan hasta el último rayo de sol para estar tumbados en la playa y regresan a sus apartamentos alquilados tan sólo para cambiarse de ropa y dormir.

Mari Carmen, del Restaurante Neptuno, conoce bien al turista de Torrenueva, puesto que la familia de su marido regentó durante años un hostal en el mismo lugar donde ahora tienen ellos su negocio, que también reaparece cada verano durante los últimos 18 años casi al final de la Acera del Mar. "Lo que pasa es que antes bajaban a comer y cenar los clientes del hostal y ahora notamos que trabajamos mucho menos". Como ejemplo, en aquellos años gastaba más de cien panecillos en desayunos y ahora con diez le bastan. "Abrir en verano supone tan sólo una ayuda", explica a los que piensan que con lo que sacan estos tres meses se mantienen todo el año.

Ella es ama de casa hasta que llega el verano y su marido, ya jubilado, se ha ganado la vida en la construcción y en el campo y han podido sacar adelante a su familia. Los hijos, que ya están acabando sus estudios, han conocido lo que es el sacrificio aprovechando los meses de vacaciones para trabajar. A cambio, han recibido un sueldo, como los demás camareros contratados.

Antonio, del Café Bar Jardines, reconoce la importancia de que toda la familia se vuelque en sacar adelante el negocio. Uno de sus hijos que trabaja fuera se ofreció para venir a echar una mano durante sus quince días de permiso. "Le dije que no, por supuesto", asegura.

Los que no saben dónde van a estar mañana, aunque tengas rutas más o menos establecidas, es la familia de Jorge, que vende gofres cada verano en el paseo y su hermana papas asadas. De feria en feria y de evento en evento, paran un año más en Torrenueva, donde ya tienen buenos amigos: "Somos ya la segunda generación, llevamos viniendo más de 30 años".

En toda la Costa existen negocios estacionales, los motivos son distintos. Hay muchos que por primera vez se aventuran en un sector que no conocen, como los kioscos o los bares y lo dejan al poco tiempo. A los que le funciona repiten cada año, incluso algunos a base de pedir la cuenta e ir a echar una mano a la tienda de la mujer. A pesar de la crisis, todos dicen que aún les merece la pena.

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