Vivir

Montessori en el siglo XXI

  • El centro Galápagos centra la educación en la metodología constructivista de la pedagóga italiana

  • El próximo curso abrirá un aula de Primaria

Pedro y Juan recogen la hierba del jardín. Juan se ha puesto sus guantes de laboreo y Pedro ha agarrado un carrillo de mano. Uno lo carga con hojas que ha encontrado en el suelo del patio. El otro, las transporta. Caminan juntos hacía el lugar donde han hecho un montón de deshechos naturales (hojas, piedras...). Mientras, Lea, en el interior del aula, ensarta un collar de bolas; y Celia y Paula hacen pan para su desayuno... Cada uno a su ritmo elige la actividad que desea desarrollar en cada momento en este aula de 3 a 6 años del Centro Montessori Galápagos (Gójar).

Entrar en un espacio Montessori en el siglo XXI es abrir una ventana al aprendizaje donde el niño cobra el protagonismo que se merece, y que en ocasiones, el sistema educativo olvida. Convencidos de que otra escuela es posible, Rafa Román y Olga Hernando han creado un centro cimentado sobre la metodología constructivista de la pedagoga italiana que revolucionó la educación a principios del siglo XX -María Montessori (1870-1952)-, quien trastocó los parámetros educativos de aquel momento, e ideó materiales didácticos basados en el principio de autocorreción.

Aulas acogedoras sin una excesiva decoración, donde todo está al alcance de los pequeños mezclados en edades y agrupados por etapas de desarrollo (de 18 meses a 3 años y de 3 a 6 años), y en las que apenas hay pupitres al uso, ya que cualquier rincón, o incluso, el suelo son ideales para desarrollar una actividad. Diáfanas, con luz natural y acceso al exterior para que el niño pueda desplazarse a su gusto. "El menor no necesita el permiso de un adulto cada vez que va a moverse", indica Román, porque como la propia Montessori afirmó "los niños han de tener libertad de movimiento, de acción y de aprendizaje, para decidir lo que quieren aprender". De hecho, concebía que el aprendizaje se realizaba con movimiento "así se queda grabado, porque es una experiencia. No hay aprendizaje real sin experiencias autónomas, emociones positivas y actividades significativas y multisensoriales". La pedagogía Montessori parte de que el niño tiene la capacidad y la necesidad de experimentar, de aprender y el adulto tiene que conocer sus necesidades para darles respuesta, pero no desde una postura invasiva, sino desde el respeto a su dignidad y autonomía, dando normas pero dejando libertad.

El niño y todos sus sentidos interactúan con el ambiente de forma natural construyéndose cada uno a sí mismo. Las maestras tienen un papel de guía y asistente de guía, "quienes, en un primer momento, se encargan de presentar el espacio, los materiales y cómo se utilizan, para que el menor pueda hacer un uso adecuado de estos", comenta Rafael Román, promotor de este proyecto con sello Montessori, que crece en Granada y que lleva tres cursos en funcionamiento.

De igual modo, el orden siempre está presente, "cuando terminan con una tarea, dejan el material donde estaba para que otro pueda usarlo, si lo necesita", puntualiza Rafa. El clima es silencioso e impera el respeto entre los alumnos que comparten las dependencias. Hay espacio para el trabajo individual, así como momentos de trabajo en equipo. "La cooperatividad es algo que se promueve desde que entran en el centro: o se trabaja desde la infancia o no se desarrolla adecuadamente. Aquí no enseñamos a competir, no venimos a la escuela a sobrevivir", subraya Román. Todo enfocando a fomentar la autonomía y el sentido de respeto. "Además, el equilibrio físico conduce al equilibrio mental del niño", por lo que en cada gesto se aplica la libertad con límites y responsabilidad, que desarrolla la paciencia y autocontrol... "hacerte dueño de tus impulsos, te hace más libre a la hora de tomar decisiones y disminuye la conflictividad", señala.

El idioma se aprende desde la inmersión, "cuentan con una guía nativa que les habla en inglés todo el tiempo que están aquí". De igual modo, advierte que "hay que tener mucho cuidado con las nuevas tecnologías", que no entrarán en el aula hasta ciertas edades y lo harán como herramientas de trabajo puntuales. "Los menores tienen grandes dosis de televisión, ordenador y móvil en casa, por lo que en el aula podemos trabajar otro tipo de actividades", comenta Román y añade que el contacto con la realidad a estas edades es imprescindible "los cuentos deben ser realistas, un perro no habla". Montessori trabajaba en base al contexto real con niños menores de 6 años, y las tecnologías en muchas ocasiones "muestran un mundo irreal".

Hasta este curso, el centro sólo contaba con la etapa de Infantil (18 meses a 6 años), ahora el próximo curso, como avanza Rafa Román, se pondrá en marcha la etapa de Primaria (6 a 12 años) con un grupo de 6 a 8 años, para el que acaban de abrir algunas nuevas plazas. "Somos un colegio Internacional acreditado en las etapas de Infantil y Primaria por la asociación Americana MSA", comenta Rafa Román que apunta que "la normativa española en este terreno es muy restrictiva, ya que la infraestructura exigida se corresponde con el método tradicional de enseñanza dificultando enormemente otras opciones metodológicas, aunque poco a poco algunos colegios y centros infantiles se están 'montessorizando' con calzador".

Existen alrededor de 150.000 escuelas Montessori en todo el mundo que forman a 3 millones de niños. El auge de este método comenzó hace 30 años y no ha dejado de crecer. Desde que existe formación en España (hace unos 8 años), se está experimentando otro momento explosivo. Lo que apunta a que la pedagogía montessoriana adaptada al siglo XXI es posible gracias a personas con creencias e inquietudes que saltan la barrera de la educación tradicional y que pueden decir que hago lo que quiero, porque quiero lo que hago.

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