opinión Vecinos e intelectuales continúan reclamando la reapertura de la Biblioteca de Las Palomas

Juan Mata

Nueva reflexión sobre la Biblioteca del Zaidín

No parece que crear discordia donde no la había, inventar y alentar enfrentamientos, sea la tarea más noble de un alcalde

Soy uno de los muchos ciudadanos que se ha manifestado en contra del cierre de la biblioteca pública del Zaidín, por razones que dejé expresamente escritas en este mismo periódico hace algunos meses. Y desde que comenzó esa protesta no he dejado de escuchar en boca del alcalde de Granada y del concejal de Cultura todo tipo de disparates dirigidos a quienes nos hemos opuesto a esa arbitrariedad. Uno desearía que quienes se dedican a la actividad pública fuesen al menos prudentes y razonables, ya que la inteligencia no parece un requisito previo para ejercer semejante responsabilidad. La experiencia demuestra, por el contrario, que la tendencia es a la desfachatez y la arrogancia, más desfachatez y más arrogancia cuantos más votos reciben en las elecciones sus respectivos partidos. Es una evidencia que, lamentablemente, constato a diario leyendo los periódicos o escuchando las emisoras de radio de mi ciudad.

Un cansino recurso lingüístico del concejal de Cultura para descalificar a quienes nos oponemos a su arbitraria decisión consiste en afirmar que estamos 'manipulados' por no se sabe qué oscuros comités políticos dedicados, al parecer, a diseñar estrategias dirigidas a menoscabar las brillantes políticas municipales del PP, para lo cual no dudan en embaucar y espolear a personas crédulas, frívolas o quizá rencorosas. Mi modesta memoria de militante antifranquista me concede la potestad de recordar que eran esos los mismos argumentos que los gobernantes de la dictadura empleaban para desacreditar a quienes entonces nos manifestábamos en favor de las libertades y los derechos civiles. Como comprenderán estos concejales, uno ya está inmunizado contra esa clase de boberías. ¿Tan incapaces son de comprender y aceptar que pueda haber ciudadanos que piensen de manera autónoma y crítica? Si deploro tan lamentables argumentos no es porque me sienta ofendido por esas acusaciones, sino porque aún creo, no sé si inútilmente, en el valor ejemplar de las instituciones públicas y me parece que vivimos un momento en que ese tipo de comportamientos contribuye a degenerar aún más si cabe la actividad política, que ya ha alcanzado peligrosos niveles de degradación. Pienso que la manifestación pública del desacuerdo es todavía un signo de confianza en el valor de la democracia, algo que no debieran olvidar, si alguna vez lo supieron, los actuales miembros del gobierno de la ciudad. Los verdaderos demócratas son los que se manifiestan pacíficamente por una causa que consideran justa.

Confirman esa tendencia a la soberbia y a la bravuconada los últimos exabruptos del señor García Montero, quien, para desprestigiar a los concejales de la oposición, no ha dudado en utilizar la vieja fullería de afirmar que un anónimo militante de su partido le ha dicho que un día en un bar escuchó a los concejales de la oposición alabar su decisión de cerrar la biblioteca del Zaidín aunque públicamente tengan que defender lo contrario o en recurrir a esa otra vileza de que mejor haría en callarse el portavoz socialista pues de lo contrario sacarían trapos sucios de algún familiar. Lamentablemente, esas palabras entran ya de lleno en las prácticas más sucias de la actividad política y no se diferencian mucho de las prácticas que la literatura y el cine de mafiosos tan bien nos han mostrado.

Y es esa despreciativa manera de ignorar lo que no se acomoda a sus decisiones lo que indigna a su vez de las declaraciones del señor Torres Hurtado la misma noche de las elecciones al Parlamento y al Senado de España. Supongo que preso de la euforia por el triunfo de su partido, tuvo el descaro de afirmar que los numerosos votos recibidos por el PP en la elección de diputados y senadores validaban de paso su política municipal, especialmente el cierre de la biblioteca pública de las Plaza de las Palomas. La confusión de este señor entre elecciones y plebiscito resulta inquietante y alguien en su partido debería hacerle notar la diferencia.

Pero más allá de la incapacidad personal de distinguir elementales conceptos políticos, y más allá incluso del despropósito de pensar que los ciudadanos que votan en una elecciones nacionales no sólo apoyan un programa electoral presentado para todo el país sino todas y cada una de las acciones emprendidas por cualquier gobierno local, provincial o autonómico del mismo partido, lo verdaderamente indignante es que el alcalde de una ciudad se dedique a dividir y enfrentar a la ciudadanía desde el momento en que tacha, al igual que su concejal de Cultura, de insolidarios e insensibles a los vecinos del Zaidín opuestos al cierre de la biblioteca, pues con su empecinamiento impiden que otro barrio disfrute de los libros que les hurtan e ellos. Es demencial la argumentación y no merece comentario. Y no parece que crear discordia donde no la había sea la tarea más noble de un alcalde. Inventar y alentar enfrentamientos entre ciudadanos ha sido, por el contrario, la habitual estratagema de los regímenes autoritarios. ¿Por qué restar y dividir les parece mejor estrategia que sumar o aunar?

Sé que resulta ya inútil argumentar en favor de la reapertura de la biblioteca, pues cómo van con su mayoría absoluta a ceder ante unos pocos miles de ciudadanos (engañados, por supuesto) que han firmado contra el cierre, pero al menos me atrevería a pedirles públicamente que se comporten como creo que corresponde al cargo que ostentan, comenzando por afinar su vocabulario y sus argumentos y evitando luego no agraviar a quienes ni piensan como ellos ni se muestran de acuerdo con sus maneras irrespetuosas y prepotentes de actuar.

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