palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Escoltas, letrados

MIENTRAS unos tiritan de frío o de miedo por temor al efecto de las rebajas en la Administración, un puñado de privilegiados del Ayuntamiento de Granada se frota las manos por una próxima subida salarial de 6.500 euros anuales. 6.500 euros al año en unas circunstancias de extrema parquedad como las actuales es un milagro. No es casual que los beneficiarios del arrebato de generosidad municipal sean o escoltas o asesores jurídicos, es decir, o defensores personales o defensores legales del equipo de gobierno. Unos vigilan que nadie se acerque por la retaguardia a las autoridades y los otros cuidan de que los pleitos no mancillen la virtualidad de sus decisiones políticas. Dicho de otro modo, el insólito aumento del sueldo beneficia en exclusiva a la primera línea de defensa del Ayuntamiento. El milagro del incremento salarial tiene por detrás, como todos los portentos, una explicación más bien ordinaria. El truco del almendruco, según han denunciado al unísono el sindicato CGT e Izquierda Unida, consiste en una modificación cualitativa de las condiciones de los puestos de trabajo. Los escoltas han pasado de tener una responsabilidad de escasa dificultad técnica a otra de "dificultad especial" y de una "autonomía baja" a otra elevadísima. ¿Quiere decir esto que el año pasado eran unos escoltas imperfectos y que ahora, ante un previsible aumento de las dificultades (?) su trabajo va a adquirir una complicación añadida? Con los letrados ha pasado algo similar. Los abogados cobrarán ahora dos complementos salariales que antes percibían sólo los agentes de policía y los bomberos, uno para compensar "condiciones difícilmente controlables" y otro por disposición laboral completa.

Si no es un ardid administrativo para privilegiar a unos pocos trabajadores frente a una mayoría que este año perderá poder adquisitivo (si no pierde directamente el empleo como en el caso de los interinos de las empresas municipales como, por ejemplo, los del Instituto Municipal de Empleo, cuya demolición ya se ha puesto en marcha), hay que presumir que el equipo de gobierno prevé este año acontecimientos inesperados que requieren un fortalecimiento de su línea ofensiva. Si en un caso es para echarse las manos a la cabeza, en el otro es para echarse a temblar.

Pero hay un trasfondo político aún más pintoresco. La subida salarial supone para remate una flagrante contestación a los muy austeros mandatos del nuevo Gobierno español. Tanto que las administraciones no saben cómo van a escapar del atolladero de la frugalidad mariana y buscan a la desesperada, como en el caso de la Universidad, escapatorias inverosímiles para salvar los tratos.

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