palabra en el tiempo

Alejandro V. García

ROM con cola

LA modificación del Reglamento Orgánico Municipal (ROM) que prepara el equipo de gobierno de José Torres Hurtado constituye un golpe de mano en toda regla contra la representatividad democrática municipal, una auténtica alcaldada que demuestra cómo algunos aprovechan la locura del ahorro para recortar, de camino, ciertos derechos sustanciales tenidos hasta hoy por intocables. Para desvirtuar el reglamento municipal no hacen falta cambios largos y demorados. El otro día el portavoz municipal Juan García Montero, para disculpar el contenido coercitivo del cambio, alegó que la modificación apenas sería de un 3% del texto del ROM. La involución se puede conseguir incluso con menos. Basta con unos cuantos borrones y un puñado de partículas negativas para rebajar la calidad democrática de la representación institucional. El PP pretende que los partidos con menos de tres concejales no puedan constituir grupos propios y por consiguiente queden inhabilitados parcialmente para presentar mociones y enmiendas y deban compartir los turnos de intervención en el pleno. Para facilitar la condena, el Ayuntamiento tampoco les facilitará despachos, ordenadores ni personal auxiliar. Es decir, tendrán que preparar en su casa mociones y enmiendas que quizá no puedan defender jamás. Con este cambio del 3% del reglamento, como trata de minimizar García Montero, el PP elimina de un plumazo a los grupos de Izquierda Unida y de UPyD con vistas a las próximas elecciones. ¡La de reproches que se ahorraría el alcalde en los plenos sin el control permanente de ciertos concejales!

Las excusas son, como era previsible, económicas y de agilidad administrativa. El Ayuntamiento dice que disminuyendo los derechos de los grupos minoritarios se ahorra una pasta. Por supuesto. Un partido único, sin oposición, es el sistema más económico de representación política y una forma de malbaratar, añadimos nosotros, la representación democrática. Pero nada es perfecto, nos podrían replicar, el que quiere ahorro debe adelgazar derechos. Y en esa estamos. Un pleno con un solo partido en la oposición, maniatado además por la mayoría absoluta, es un pleno rápido, eficaz y de una agilidad atlética. Sin control de la oposición o con una oposición diezmada los plenos van a cundir como nunca. Y qué baratos.

A mí toda estas intrusiones en nombre de la economía y del ahorro en la calidad de la democracia me producen pavor. Sobre todo porque en teoría cuentan con el respaldo de toda la masa ingente que nada más levantarse exige a sus gobernantes, como los romanos en el circo, que no tengan piedad y sigan recortando gastos suntuarios. Y qué gasto más suntuario que el de las minorías políticas. Un ayuntamiento perfecto es un ayuntamiento sin oposición y sin más competencias que las de presidir las procesiones.

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