la bitácora

Félix De Moya /

El principio de Anna Karenina

ESTOS días he vuelto a leer por razones que no vienen al caso la famosa frase con la que Tolstoi abre su novela Anna Karenina: "Las familias felices son todas iguales, cada familia infeliz es infeliz a su manera". Aunque me gusta pensar que esta frase encierra una enorme simplificación, probablemente es una buena manera de llamar la atención sobre la idea de que hay sólo una vía para acertar y muchas para equivocarse. No sé si el bueno de León pretendió que su frase se usase fuera del contexto familiar, pero parece inevitable hacerlo en momentos como los que vivimos. A cualquiera se le puede ocurrir que estamos en un momento político en el que, con insistencia, se nos alerta sobre la necesidad de aplicar remedios políticos y económicos que son la única salida a la crisis. Incluso aunque las recetas procedan de rivales políticos, contienen los mismos compuestos y lo único que las diferencia es la envoltura. Es como si el viejo barbudo Tolstoi se regodeara recordándonos constantemente que no hay felicidad más que en la familia de los recortes. Que sólo sometidos a la dictadura del ahorro y la contención podremos seguir existiendo como laboriosos contribuyentes. Mientras tanto se nos advierte que se puede ser infeliz de muchas maneras, basta con caer en la tentación de pensar por un momento en lo que necesitamos más que en lo que producimos. Eso nos haría despreocuparnos del bienestar de nuestros bancos para preocuparnos del nuestro. Y esa, al parecer, es una de las muchas formas de ser infelices que tenemos. También podríamos hacer unos presupuestos pensando en lo que necesitan las personas y no en lo que necesitan los mercados, pero de nuevo esa sería otra manera de ser infelices. La felicidad, según nuestros políticos, sólo se consigue por el camino del sufrimiento. Y es posible que terminen intentando convencernos de que en medio de tanto recorte somos felices aunque no nos demos cuenta.

Hoy hemos sabido que mientas profundizamos en la recesión económica, los precios han subido un 3,5% como consecuencia al parecer de la subida del IVA. No sólo están bajando los sueldos y aumentando el paro, sino que además ahora suben los precios. Si este es el camino único de la felicidad económica, es muy posible que vaya en aumento el número de ciudadanos que se quieran apuntar a cualquier camino que les conduzca a la infelicidad. Por ejemplo, que empiecen a votar a partidos a los que nunca antes han votado con el simple propósito de averiguar si hay alguna otra forma de ser felices.

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