QUOSQUE TANDEM

Luis Chacón

Olvidos interesados

EL mayor castigo romano era la condena al olvido. Los que eran declarados enemigos del Imperio sufrían la Damnatio Memoriae o condena de la memoria y la Abolitio nominis que suponía borrar de inscripciones y estelas, el nombre del represaliado. Fracasó. Conocemos a los emperadores condenados y algunos de ellos han sido rehabilitados por la historia. No olvidemos que el tribunal lo formaban enemigos, aunque algunos jueces hubieran sido, hasta el último día, íntimos del reo. No es raro, pues la cobardía es una constante de la historia. La idea de eliminar a quien nos recuerda la propia miseria moral, bien por ser mejor, bien porque no siéndolo fue nuestro adlátere es práctica habitual de iluminados y totalitarios. Baste recordar el borrado de las imágenes de los líderes de la revolución rusa ordenado por Stalin tras las grandes purgas. Pero el dictador olvidó que había más archivos y no pudo acabar con el recuerdo. La práctica se ha repetido hasta la saciedad con la misma mezcla de venganza irracional y pataleta infantil.

De igual modo, asistimos hoy a una estruendosa ceremonia de la confusión en la que de modo interesado se busca borrar o tergiversar todo vestigio de aquel proceso lleno de luces y sombras que fue la transición política. La historia y la vida están hechas de claroscuros. Es evidente que el texto constitucional que culminó aquel proceso, no sólo no es perfecto, sino que requiere cambios que van más allá de un mero maquillaje. La sociedad actual es muy diferente de aquella, salida de una dictadura. Tiene otras ambiciones y la acucian otros problemas.

Pero condenar vilmente al olvido la grandeza de quienes fueron capaces de aunar fuerzas, aparcar rencillas y buscar puntos de encuentro para iniciar un proyecto común parece un pretexto de quienes hoy, son incapaces de hacer algo parecido para sacar a España de la crisis. Sólo ocultan su mediocridad intentando borrar de la memoria ciudadana aquel proceso tan difícil como imperfecto. No cabe duda de que en algún momento hemos hecho apoteosis del mismo sin el menor afán crítico. Ambos extremos sólo demuestran nuestra adicción a explicar la historia con una visión pendular.

La necesaria reforma del estado permitirá afrontar un futuro distinto y mejor. Redefinir estado, autonomías y municipios es una necesidad inaplazable. Pero los responsables del fracaso parcial del modelo constitucional no son quienes crearon un espacio de convivencia sino aquellos que no han sabido desarrollarlo ni mantenerlo vivo. En este momento, necesitamos estadistas que piensen en la próxima generación y no políticos que lo hagan en su reelección. La crisis es siempre excusa para los mediocres y oportunidad para los audaces.

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