Mar adentro

milena Rodríguez Gutiérrez

Corrupción literaria

UNA de las razones esenciales que sostiene el bien ganado prestigio de un premio literario como el Casa de las Américas, convocado en Cuba y dirigido a escritores de toda América Latina, es la composición plural y heterogénea del jurado. No sería creíble ni legítimo que los escritores cubanos se otorgaran el derecho de evaluar a la comunidad latinoamericana. En la última edición de poesía del Premio, por ejemplo, integraban el jurado Fernando Balseca (Ecuador), Arturo Carrera (Argentina), Rafael Courtoisie (Uruguay), Joserramón Meléndez (Puerto Rico) y Teresa Melo (Cuba). Lo mismo ocurre en otros premios prestigiosos convocados en un determinado país pero dirigidos a toda la comunidad latinoamericana, como el Juan Rulfo de México.

Convocar, desde una vieja exmetrópoli como España, en pleno siglo XXI, premios literarios dirigidos, en exclusiva, a poetas latinoamericanos, con un jurado integrado, en exclusiva, por españoles, suena a colonialismo. ¿Quiénes son los españoles para elegir en un concurso, desde España, y desde su único criterio y gusto estético, los mejores libros de poesía latinoamericana?

En el hasta ahora llamado Premio Alhambra de Poesía Americana concurren las circunstancias mencionadas, y se añaden otras que aumentan la indignación: los convocantes del Premio, sin autoridad en la materia, y amparados bajo las siglas del Festival Internacional de Poesía de Granada (financiado con dinero público), se erigen en jurados y en mayoría decisiva dentro de éste; no respetan los plazos habituales de los concursos literarios; y entre 200 concursantes, premian a dos vinculados a editoriales que han publicado sus propios libros. Demasiada basura para guardar silencio.

Gracias a la carta firmada por 255 escritores y ciudadanos de España y América Latina, la Alhambra se ha desvinculado de la convocatoria de este corrupto premio literario. Los periódicos y el blog No al fraude poético (http://noalfraudepoetico.blogspot.com.es/) nos han permitido saber que el fraude es aún mayor: Valparaíso Ediciones, editorial que publica a los premiados, no existía en la fecha de la primera convocatoria del premio (2012); sus fines muy poco tienen que ver con el mundo del libro; y sus socios son los mismos que se enmascaran bajo las siglas de Festival de Poesía de Granada.

Todavía nadie ha pedido disculpas ni ha ofrecido explicaciones. ¿Hacen falta más motivos para la indignación y la protesta?

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