Relatos de verano

¿Por qué mataron a Jaurès?

ERA previsible la historia de Raoul Villain, el hombre que había matado a Jaurès? ¿Era verosímil? Un desconocido que un buen día llega a Ibiza, se instala en una cala remota y se construye una casa con la ayuda del nieto de Gauguin. Un tipo raro al que todo el mundo llama "monsieur Alex", o "el francés de la Cala", o incluso "el loco de la Cala", y del que nadie sospecha que pueda haber sido un asesino, ni siquiera el nieto de Gauguin, que conoce un poco mejor la historia.

¿Quién podía creerse una historia así? Pero ésta era una de las muchas historias que la vida se dedicaba a componer, hasta el punto de que una mujer podía reconstruirla si investigaba en los archivos y visitaba una cala de Ibiza.

Louise encendió otro cigarrillo. A Isidro le estaba poniendo nervioso el humo que llenaba la habitación.

-Fumas mucho -se quejó.

-Sí, lo sé, lo sé -se disculpó Louise, y enseguida apagó el cigarrillo en el vaso-. Pero es que pierdo la noción de la cosas cuando hablo de Villain. A la gente no le interesa esa historia. Tú eres la primera persona con la que puedo hablar a gusto de ese tipo.

Isidro se dio cuenta de que había dejado de llover. Ya no se oían las ráfagas de lluvia chocando contra la ventana. Abrió la puerta y se asomó al exterior. Una vaporosa media luna flotaba entre la neblina.

-Mira esto -dijo.

-Vaya luna -exclamó-. Seguro que a nuestro esteta le hubiera gustado verla.

Isidro soltó un resoplido.

-Apuesto a que ese tipo murió en Ibiza, sereno y feliz, rodeado de los suyos y sin que nadie supiera nada.

-Pues no, no fue así -replicó Louise-. Pero vámonos adentro, aquí hace demasiado frío.

Volvieron a entrar en la habitación número ocho del Hôtel du Mosaïque. Cada uno volvió a sentarse en el mismo sitio, como si retomaran su lugar en el escenario de un teatro.

Isidro miró una vez más a Louise. Cuando él tuviera 37 años, ella tendría 50. Sufriría los sofocos de la menopausia, cambiaría de plantas cada dos por tres, discutiría con Claudine por culpa de sus novios, y quizá hasta se compraría un perrito. Pero ella le sostuvo la mirada a Isidro. Y de repente Isidro supo que aquella mirada valía la pena.

Louise cambió de postura en el filo de la cama.

-El final de Villain es difícil de creer -dijo, y su voz sonó más alegre que antes-. Y todavía no está muy claro lo que pasó. El caso es que unos anarquistas le pegaron un tiro, en septiembre de 1936, y lo dejaron tirado en una playa hasta que murió. Esto es lo que está probado. Lo demás son conjeturas.

-Entonces se hizo justicia -dijo Isidro-. O al menos alguien vengó la muerte de Jaurès.

-No estoy muy segura de que aquellos anarquistas supieran que aquel hombre era el asesino de Jaurès. A lo mejor ni siquiera sabían quién era Jaurès.

-Y si es así, ¿por qué lo mataron?

-Ya te he dicho que no está nada claro. Ibiza cambió tres veces de manos durante el verano de 1936. Primero fue franquista, luego la ocupó una expedición naval llegada de la Barcelona republicana, y por último la volvieron a tomar los franquistas. El 13 de septiembre fue uno de los últimos días en que la isla estuvo en poder de los republicanos. Y ese día, un destacamento de anarquistas catalanes desembarcó en la Cala de San Vicente. ¿Por qué fueron hasta allí? Nadie lo sabe. En la Cala no había nada que tuviera valor, ni económico ni militar. Lo único valioso, o relativamente valioso, era la casa de Villain.

-Tal vez buscaban a Villain, al asesino -aventuró Isidro.

-Eso sería lo lógico y eso le daría un sentido a la historia. Pero te repito que no podemos estar seguros de que esos anarquistas supieran quién era Villain. Además, el asesino de Jaurès no estaba ese día en la cala.

-¿No?

-No. Villain estaba en un pueblo cercano, donde tenía una novia, o al menos una mujer con la que tenía intención de casarse. Por entonces Villain ya tenía 51 años, casi la misma edad que tenía Jaurès cuando él lo mató. Pero Villain se empeñó en volver a la cala cuando oyó que habían desembarcado los anarquistas. Los lugareños le desaconsejaron que volviera, pero él volvió.

-Entonces él mismo, en cierta forma, fue en busca de su muerte.

-Tampoco podemos estar seguros de eso -replicó tajante Louise-. Él sólo quería proteger su casa. No olvides que era un esteta.

-Sí, ya sé -dijo Isidro-. Las dos páginas de El pájaro azul, de Maeterlinck…

-El problema es que Villain había levantado una cruz detrás de su casa, porque tenía pensado construir allí una capilla en honor de Juana de Arco. Y cuando llegó a la cala, los anarquistas le preguntaron quién había colocado allí la cruz. Y él reconoció que había sido él.

-Y entonces lo mataron.

-No, no, todavía no. Todo es mucho más complicado. Los anarquistas desconfiaron de él, pero tan sólo le prohibieron salir de su casa. Al fin y al cabo, aquel hombre era "el francés de la cala", un loco, un tipo raro que tenía una casa muy rara, nada más.

A Isidro se le ocurrió que no le molestaría vivir con Louise en una casa como aquélla, al lado del mar, en una cala perdida, con Olivier y con Claudine, e incluso con su perrito, si es que alguna vez llegaba a comprárselo.

-¿Y que pasó? -preguntó con curiosidad.

-Esa tarde, unos hidroaviones italianos llegados desde Mallorca bombardearon la capital de Ibiza. Los anarquistas se pusieron muy nerviosos. Y a partir de aquí, ya no se sabe nada con seguridad. Unos dicen que los anarquistas quisieron llevarse a Villain a la ciudad y que él se negó. Otros dicen que los anarquistas sólo quisieron robarle las cosas de valor que tenía en su casa, y él se resistió.

-Y entonces lo mataron -repitió Isidro.

-Sí, pero no está claro que tuvieran intención de matarlo. Puede que hubiera un forcejeo, o incluso un accidente fortuito, porque los anarquistas dejaron a Villain tendido en la playa, con una herida en la espalda, cuando se fueron de la cala. Un rumor dice que los anarquistas, antes de irse, prohibieron a los lugareños socorrer a Villain. Puede ser. El caso es que Villain se pasó dos días herido en la playa, hasta que murió.

-¡Qué historia!

-Sí, qué historia -repitió Louise-. Dos días después, cuando los lugareños descubrieron que los republicanos habían huido de Ibiza, bajaron a la playa y se llevaron el cadáver de Villain. En la casa encontraron una bandera tricolor, lo envolvieron en la bandera y lo enterraron en el cementerio más cercano. Se rumorea que los familiares de Villain, muchos años después, se llevaron el cuerpo a Francia. Pudiera ser. De todos modos, me pregunto quién podría querer a Villain.

Isidro sonrió. ¿Quién podría querer a Villain? Ah, ése era el gran misterio de la vida. Porque a lo mejor había gente que quería a Villain. La mujer con la que iba a casarse, tal vez. Y el nieto de Gauguin. Y quién sabe si sus vecinos le querían, o al menos lo consideraban un buen tipo. Nadie podía saber cómo funcionaba el amor.

Isidro se puso en pie. Se sentía ligero, tranquilo, feliz: tan feliz como se había sentido su madre en el restaurante de la place des Vosges.

Louise lo miró desde el filo de la cama. Ahora volvía a ser la misma mujer de extraña belleza que Isidro había visto en el comedor del hotel, cuando la gotera caía sobre la kentia de plástico.

-Mañana estaré en el comedor, a la hora del desayuno -dijo Louise encendiendo otro cigarrillo.

-Sí, nuestro buen amo, sí nuestro señor -contestó Isidro, y se puso a tararear el estribillo de la canción mientras caminaba hacia la puerta.

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