ES triste que la noticia de los Goya fueran sus esperadas pamplinas de siempre y no el premio otorgado a una auténtica joya. Cuerdas es un precioso corto animado, pleno de matices, que transmite ilusión y valores a una sociedad que puede haber perdido ambos. Es la historia tierna, emotiva y alegre de la amistad entre dos niños, uno de ellos con parálisis cerebral y medio abandonado en un orfanato. Allí, atado a su silla de ruedas, parece condenado a dormitar al sol. Pero descubre la felicidad y la alegría de vivir gracias a la entrega de María que con una sonrisa, imaginación y voluntad le regala los mejores días de su vida.

Para algunos, María es rara. ¡Bendita rareza la de quienes son capaces de darse a los demás! En cambio, para su amigo ella es todo su mundo. Sólo con unas cuerdas - de ahí el título - María le transforma en futbolista o pirata y juega con él a la comba o al escondite inglés. Es tan habitual olvidar lo fácil que es hacer felices a quienes nos rodean que acabamos haciendo de la vida algo complejo. Los niños, como carecen de prejuicios y disfrutan de una mirada abierta y limpia, no huyen de lo diferente sino que lo asumen con naturalidad. La ingenuidad y la curiosidad infantil son valores arrumbados en este encorsetado mundo de adultos que pretende vender como único objetivo vital la búsqueda egoísta del propio beneficio. Pero se olvida que una sociedad sin valores no tiene futuro porque volvería, sin remedio, al más trágico y ruin de sus pasados. Cuerdas es una clara prueba de que no existen sacrificios si actuamos desinteresadamente, si nos animan la voluntad y la responsabilidad y nos guía el bienestar de todos.

En solo diez minutos te remueve el alma. En ese suspiro, Pedro Solís, su director, inspirado por sus propios hijos, plasma con sensibilidad y mano maestra esos valores que se proclaman con la misma fuerza que no se practican. Cuerdas nos hace sentir la amistad, la entrega, la inocencia, la generosidad y la ternura gracias a las candorosas miradas de un par de niños. Es una obra hermosa y lúcida que debería ver todo el mundo; los niños para educarles en humanidad, solidaridad y entrega y los mayores para que recapaciten, vuelvan a ser abiertos como lo fueron en su niñez, se rearmen moralmente y recuerden que hay otros mundos posibles. Es falso que solo exista un camino, lo que se requiere es voluntad para explorar otros y arrojo para seguirlos.

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