Rosa de los vientos
Pilar Bensusan
Érase otra Navidad
EN el magnífico pabellón provisional del Iglú he podido admirar hasta ahora el patinaje artístico y espero poder ver el espectáculo del short track. Una lástima que lo desmonten, una lástima que una granadina haya tenido que competir fuera de Granada porque nuestras administraciones no consiguieran ponerse de acuerdo para que las pruebas de esquí nórdico y biathlon se celebraran en las instalaciones de la Ragua.
Y también ha sido una lástima que nuestra presidenta no haya podido venir al acto de inauguración. Allí estaban las máximas autoridades locales, provinciales, universitarias, pero no autonómicas. Le tocó a la Consejera de Salud, ya sabemos que el deporte y la salud van de la mano, aunque no precisamente en el deporte de alto nivel. De eso se trata de deportes de invierno al más alto nivel, aunque sea universitario.
Las Olimpiadas y Universiadas convocan a los jóvenes, a esos a los que tanto gusta invocar el progresismo, y es que jóvenes todos somos revolucionarios. Ocurrió, sin embargo, que nuestra presidenta vino a tener problemas de salud cuando se trataba de venir a Granada para inaugurar el curso académico de los jóvenes estudiantes universitarios, pero se curó para atender a la banca. Y ocurre ahora que debía tener graves problemas de agenda para acudir a una sencilla ceremonia de inauguración y para ser la máxima representación del Estado en ese acto. Al día siguiente su agenda parece que estaba abierta para respaldar a su candidato a la alcaldía. Una pena de fechas.
En 1995, en la inauguración de la Universiada de Jaca estuvieron los mismísimos Reyes de España y la infanta Elena con su prometido Jaime de Marichalar. No está ahora la corona para tales dispendios; pero yo esperaba a mi presidenta, a la presidenta de todos y todas, como tanto le gusta decir. Pues no, apareció solo al día siguiente para arropar a los suyos y suyas.
No consigo quitarme la sensación de que nuestra Sierra Nevada está para el disfrute de los capitalinos, léase Sevilla y Madrid, siempre y cuando no molestemos mucho, no pidamos muchas inversiones y simplemente esperemos que el dinero caiga del cielo. Quiero decir la nieve nos caiga en su momento justo. Y esta vez por azares climatológicos, el frío y la nieve han aparecido en el instante preciso. La ausencia fue otra. Vale.
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