¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
CUANDO la cantante de 19 años Lena Meyer ganó el festival de Eurovisión en 2010, las redes sociales estaban comenzando su expansión; Lena era ya conocida en Alemania aunque su triunfo la catapultó aún más hacia la fama y pocos días después aparecieron algunas imágenes de sus 'excesos adolescentes'. ¿Las filtró algún amigo del instituto que le guardaba cierto rencor por darle calabazas en una fiesta? ¿Qué adolescente no se ha emborrachado o ha fumado algún porro? De este ejemplo trivial podemos pasar a cualquier precandidato a la presidencia de los Estados Unidos en los últimos cincuenta años. ¿Cuántos de ellos se fueron al garete al descubrir que siendo joven quemó alguna bandera, se opuso a la guerra del Vietnam o fumó marihuana? Seguro que los periodistas que buscaron en las hemerotecas venían pagados por el otro partido o quizás por el propio. Podemos seguir buscando ejemplos de deslices minúsculos o mayúsculos en personajes de menor o mayor relieve y acabaremos repitiendo la clásica sentencia que indica que "la mujer del Cesar no solo debe ser honrada sino parecerlo o aparentarlo". El problema es que cada vez es más fácil encontrar una vía para dejar de aparentar o para ser cazado en un renuncio, una juerga adolescente o una frase que tendríamos que habernos pensado dos veces antes de lanzarla al espacio, sobre todo al virtual.
El futuro será apasionante. La de juego que nos ofrecerán todos los políticos que, por suerte o desgracia, cada vez más usan profusamente las redes sociales y hacen sus comunicados con unas breves palabras que no se pueden borrar. Imagino a los partidos, en particular a los emergentes, con gente subcontratada para rebuscar en el mundo virtual cualquier desliz de sus oponentes y también de los propios (por si acaso). Llegará el día en que no habrá imputados o investigados en las listas electorales; pero será difícil que podamos encontrar listas electorales donde estemos seguros que todos y todas estén libres de haber dicho alguna chorrada en una red social o tengan una selfi alucinógena y borracha de un tiempo juvenil y pretérito.
Podemos pensar que quién esté libre lance la primera piedra; empero yo me conformo con creer que en este país lleguemos a disfrutar, alguna vez, de una clase política que sepa diferenciar entre sus mezquinos intereses personales y el interés general. O puede que pedirles que sean inteligentes y piensen lo que dicen y escriben sea demasiado. Vale.
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