Cajón de sastre

Francisco González / García

Hijos de la gran Bretaña

23 de febrero 2016 - 01:00

HEMOS de admirar su literatura, estaría mal en este año de homenajes a su más famoso Guillermo. No podemos despreciar su capacidad para hacerse imprescindibles en multitud de ámbitos a pesar de estar aislados en una isla aunque ellos opinen que los que estamos aislados somos el resto del continente. Sería imperdonable no quererlos por ser capaces de inventarse tantos juegos de pelota y sin pelota. Alabemos su capacidad para construir un sistema parlamentario con unas raíces democráticas muy fuertes. Ellos cortaron cabezas de reyes mucho antes que los revolucionarios franceses. Ellos fueron el último bastión ante una Europa sometida a la barbarie nazi. Su pragmatismo para pactar con el propio diablo, como dijo Churchill para aliarse con el dictador Stalin, es uno de los mejores ejemplos de su capacidad y habilidad política.

Olvidemos aquello de la pérfida Albión, olvidemos que Menorca podría ser inglesa al igual que el Peñón de Gibraltar, olvidemos a Nelson y Trafalgar, olvidemos las derrotas de Felipe II que ellos se atribuyen como grandes victorias navales, olvidemos sus piratas que saqueaban las naves españolas con el oro y plata que nos traíamos de las Indias (saqueadores ambos), olvidemos la leyenda negra que nos colgaron cuando ellos fueron más esclavistas que los hacendados ricachones de Alabama. Pelillos al Canal de la Mancha o Canal Inglés como ellos, tan humildes siempre, lo denominan.

Estémosles eternamente agradecidos por su idioma que tantos estudiamos con cariño desde chiquititos y que nos sirve para pedir el desayuno en los hoteles de todo el mundo; agradecimiento continuo por poder aspirar a un premio por la mejor película de habla no inglesa. Gratitud histórica por aquellas turistas que, sonrosadas como salmonetes, impulsaron como nadie el desarrollo del sector turístico español y dieron al cine nacional inolvidables películas.

Congratulación continua por tantas cosas que nos dieron, nos dan y nos darán estos hijos de la gran Bretaña. No lo olviden cuando los visiten si es que consiguen ver algún legítimo sajón entre los pakistanís, hindúes, egipcios, multitud de africanos de color, italianos, griegos, franceses y por supuesto españoles que trabajan en las múltiples tareas más básicas y de servicio. Claro que si usted va a mover miles de libras a la City no le importará que el camarero español tenga menos derechos, al estilo de los esclavos de las plantaciones. Lo que más preocupa de esta bajada de pantalones europea es que aquí, al sur de Europa, tomen el modelo británico como ejemplo y nos quedemos ass in the air frente a los que reivindican la plurinacionalidad. Vale.

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