Cajón de sastre

Francisco González / García

Laberinto lorquiano

03 de mayo 2016 - 01:00

HACE un par de semanas se publicaba en un prestigioso diario nacional la noticia sobre la petición de la familia de uno de los fusilados junto a Federico para que se buscaran los restos de su allegado. Resultaba llamativo que, junto al cuerpo de la noticia, aparecía resaltado un comentario sobre las circunstancias de la muerte de nuestro poeta; y en ese comentario se deslizaba un error de bulto sobre las fechas en que García Lorca estaba en Granada, en julio de 1936. De su lectura se deducía que Federico había viajado de Madrid a Granada después del alzamiento militar. Digamos que si todas las novelas del autor de esa crónica cultural están tan bien documentadas, la historia sería muy otra. Desde luego Federico no habría sido fusilado en Granada si hubiera permanecido en Madrid hasta el infausto 18 de julio. Probablemente hubiera vivido la Guerra en el Madrid republicano. Disculpen o no al autor de la crónica, se lo dejo a su elección.

Lamentablemente hemos de reclamar, y no tiene disculpa, que en nuestra tierra, en la tierra de Lorca, tengamos que asistir cada poco tiempo al espectáculo de la gresca entre unos y otros sobre cualquier tema que afecta a la memoria del poeta, en diversas facetas. En mi juventud, postrimerías del franquismo, mi buen profesor de literatura me explicó a las claras porque asesinaron al poeta. Me zanjó una duda. A resultas que en la democracia todavía no me han aclarado dónde pueden estar sus restos, ni los suyos ni los de muchos otros. Tampoco me queda claro porqué la familia, es decir su sobrina, no quiere que se les busque. En realidad, dado el espectáculo ofrecido en las sucesivas catas y búsquedas pretendidamente científicas ya tengo serias dudas de que se encuentre algo en algún lugar. Y en todo ello se repiten los cruces velados entre familia, administración estatal, autonómica y local. Un nuevo episodio, francamente de bochorno, es la apertura del vacuo centro García Lorca, a la espera de la llegada de los fondos lorquianos. No fue bastante lo de la churrería de la esquina. Y ahora me entero que los fondos se declaran BIC por si caso los quieren vender, comprar, subastar o a lo mismo extraviarse o abducirse en alguna nueva dimensión de la gresca granadina. Lo que se pierde, se perdió hace mucho tiempo, es la vergüenza de todas las administraciones implicadas en semejante cuestión.

He perdido toda esperanza en que alguna vez, en esta tierra de Federico, todos vayan en la misma dirección de apoyo a Granada. Perdidos estamos en un laberinto. Vale.

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