Paso de cebra

José Carlos Rosales

Bolsa caca

DEJANDO a un lado el incómodo infantilismo subyacente en el nuevo propósito de la enmienda que ahora adorna nuestras calles, habría otras cuestiones que plantearse frente a toda esa insólita campaña ('Bolsa caca') del ecologismo fingido y biempensante.

Parece como si, cuando medio llenamos nuestro carrito de la compra, lo que más contaminara fueran las seis o siete bolsas de plástico donde guardamos detergentes o bandejas de fruta, latas de bebidas o cartones de leche: poco importan los envases de plástico o cartón donde vienen los plátanos y las zanahorias, los pesticidas que se han usado para lograr infinitas cosechas de tomates en un año o las cantidades enormes de CO2 emitidas para lograr que todas esas mercancías estén en los estantes del supermercado del barrio. Qué importa todo eso. La demagogia inunda cada vez más territorios haciendo caer sobre los peatones de la historia responsabilidades que no les corresponden.

Se dice en las vallas publicitarias que adornan las calles y plazas de Granada que una bolsa de plástico tarda 400 años en descomponerse. No sé, tengo la vaga impresión de que ese dato es rotundamente falso, pero de todas formas habría que preguntarse cuántos años necesitará para descomponerse el cemento usado en el Hotel del Algarrobico en el Cabo de Gata o en tantas otras edificaciones andaluzas de aquí o de allá; o cuántos siglos tardarán en volverse inocuos los residuos de las centrales nucleares; o cuántos milenios pasarán para que el níquel, el aluminio o el plomo que pulula por los acuíferos del mundo se volatilice o evapore.

En fin, mientras sigamos comentando el poder contaminante de las bolsas de plástico no hablaremos de otras contaminaciones mayores, las que genera la aeronáutica (¿cuánto ozono destruye un Boeing 747-8 o un carguero 747-8 Freighter en un vuelo transoceánico?) o el militarismo creciente. Hay, además, otros elementos de la vida cotidiana que contaminan y dañan tanto o más que una bolsa de plástico: un paquete de cigarrillos, por ejemplo, no sólo destruye los pulmones y colapsa los servicios sanitarios sino que sus filtros representan el 26% de la basura de una playa, tardando en descomponerse años y años durante los cuales habrán atragantado un sinfín de animales marinos; y eso sin contar los desechos y residuos químicos generados en su fabricación.

El lema de 'Bolsa caca' es ridículo: los que lo han ideado piensan que somos como niños, que nos dejaremos intimidar, que nos portaremos bien y que volveremos a las viejas bolsas de tela, esas que hicieron desaparecer los mismos que ahora quieren que volvamos a ellas.

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