La tribuna

Ángel Aguado Fajardo

Pederastia y celibato clerical

ANTE las continuas noticias sobre los casos de pederastia cometidos por sacerdotes, he estado dudando sobre la conveniencia de escribir sobre este asunto. Hoy me decido a la vista de que personas muy cualificadas coinciden con lo que fue mi tesis desde hace mucho.

En efecto, leo que, ante los casos de pederastia, el arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, ha abierto la caja de los truenos al pedir un "cambio de visión" sobre la soltería forzosa, y en Le Monde del 13 de los corrientes veo que"le théologien suisse Hans Küng a le premier évoqué le sujet, estimant que l'abolition du célibat limiterait les risques de pédophilie".

Intentaré explicar lo que para mí es la conexión entre el celibato y la pederastia. Para ello hay que tener en cuenta que el celibato en la inmensa mayoría de los casos no es un carisma sino, como dice el arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, "soltería forzosa". Estoy convencido de que los llamados carismas son sólo entelequias teológicas a no ser que por ello se entienda una natural aptitud para algún cometido. Sólo decir de paso que los votos religiosos de castidad y obediencia versan sobre la represión de tendencias buenas de la naturaleza por lo que conllevan una maldad intrínseca y según la moral católica más tradicional no podrían ser materia de un voto ya que este consiste en prometer a Dios una cosa buena y mejor que su contraria.

Las razones esgrimidas a favor del celibato sacerdotal son falsas y ocultan bajo un supuesto misticismo razones fundamentales de tipo económico o filosófico. El célibe no está más libre para dedicarse a los demás y a Dios como lo demuestran las vidas de tantos militantes casados y cargados de hijos entregados en cuerpo y alma a una causa, y lo desmiente el egoísmo de tantos solteros forzosos. La soltería forzosa en el catolicismo tiene dos raíces. Una es la idea neoplatónica de que el cuerpo y sus instintos son malos, constituyendo una cárcel para el alma a la que hay que liberar con sacrificio represivo, y otra económica de modo que los bienes de la Iglesia no pasaran a los herederos del sacerdote. Por ello en el Concilio de Elvira no se impone el celibato sino que se prohíbe a los sacerdotes el uso del matrimonio con sus legítimas esposas, y un emperador romano, al llamar la atención del Papa porque ha ordenado de obispo a un casado, es tranquilizado al decirle el Papa que antes ha hecho inventario de los bienes del ordenado de modo que sus hijos no puedan heredar nada de la Iglesia.

Siendo lo anterior verdad, permítaseme recordar que mientras vivían en la miseria los hijos del clero bajo, los del Gran Cardenal eran legitimados por los reyes y por el papa a fin de que heredaran a su potentado padre. Cualquier sacerdote es heterosexual u homosexual y, en consecuencia se siente fuertemente atraído por las mujeres o por los hombres, si quitamos los escasos casos de los pederastas de nacimiento.

El cura heterosexual que quiere satisfacer su instinto y para el que el celibato llega a resultar una imposición absurda, si es valiente, aborda a una mujer o a varias, y problema solucionado. Y no es mala la solución ya que la clandestinidad y la trasgresión mantienen la libido activa más allá que la tranquila relación legal y monógama. Algo parecido se puede decir del homosexual con la ventaja de que se ahorra la presión social del hetero a quien se ve a menudo con una o con sucesivas mujeres.

Sin embargo, al cura, homo o hetero, cobarde para abordar al objeto de sus deseos e incapaz de reprimirlos, le es muy fácil acercarse a un menor para satisfacer su instinto. Además desde su posición dominante impone el silencio a la víctima y se cree a salvo de la posible denuncia. Esto explica que las acusaciones se produzcan cuando los menores llegan a la adultez, y, en muchos casos no se realicen nunca.

Ante esto, el Vaticano decide vigilar que en los seminarios no sean admitidos los homosexuales largando así el sambenito a los de esta opción sexual. Pero los curas pederastas no son mayoritariamente de esta tendencia, aunque dentro del estamento clerical el 10% de homosexuales que se da en la sociedad se dispara a porcentajes más elevados.

Los curas pederastas, por lo tanto, descontados los que lo sean de nacimiento que deben ser pocos como lo son en la sociedad, son muy mayoritariamente heterosexuales ya que a los homo les es fácil satisfacer sus deseos con personas mayores sin levantar sospechas.

Por todo esto, concluyo con Hans Küng que la abolición del celibato limitaría los riesgos de pedofilia, y añado que, al menos, se equivocan los que lo mantienen queriendo colgar el sambenito a los homosexuales.

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