Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

OZT, o la decencia de firmar

MIENTRAS escribo esta columna, leo que el blog "OZT: Yo acuso al gobierno cubano" http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/ sobrepasa ya las 40.000 firmas. Este blog, iniciativa de varios cubanos por el mundo, surgió a raíz de la muerte del preso de conciencia Zapata Tamayo con el propósito de recoger firmas que exijan al gobierno cubano la liberación de sus presos políticos.

Parece que, por fin, algo se mueve en las conciencias ciudadanas y sobre todo en las izquierdas del mundo respecto a Cuba. Izquierda Unida de Navarra y también el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, gobernado por Izquierda Unida, han aprobado sendas resoluciones exigiendo la libertad de los presos políticos cubanos y llamando al pluralismo político e ideológico en la isla. Es cierto que son minoría y que ya han sido llamados por los suyos, gusanos, vende-patrias. Pero algo empieza a moverse. La resolución navarra se abre con unas palabras de Rosa Luxemburgo: "La libertad reservada para los partidarios del gobierno, sólo para los miembros del partido -por muy numerosos que sean-no es libertad. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente".

El gobierno de Cuba se ha apropiado, de manera totalitaria, de la diferencia en Cuba. Su posición, que tanto recuerda el slogan "Spain is diferent" del franquismo, acapara la diferencia para sí: Cuba sería la mega diferencia respecto al capitalismo y al pensamiento único mundial. Una diferencia que, sin embargo, reprime brutalmente a los cubanos que se atreven a pensar de otro modo que su gobierno.

Los cubanos, los de dentro y los de fuera, queremos que nuestro gobierno nos devuelva la diferencia confiscada, que la devuelva a la ciudadanía, que es el lugar en el que debe estar. Queremos ser diferentes por cuenta propia. Y ser, como país, parecido a los otros; es decir, queremos un país donde decir lo que piensas, o formar parte de una asociación privada, o editar un periódico o una revista, o afiliarte a un sindicato, o crear un partido político, o llevarle la contraria al gobernante de turno, no suponga un delito. Un país en el que tu propio gobierno no tenga potestad para autorizar si sales o entras; un país donde sea legal hacer una huelga para exigir mejoras laborales o para protestar por las decisiones de los poderosos. Un país en el que tu propio gobierno no te grite mercenario por pensar diferente, ni pueda, por ninguno de estos motivos, echarte de tu trabajo, de tu tierra o de tu vida.

Sí, es hora de firmar comunicados, resoluciones, cartas. Por razones políticas, humanitarias o simplemente por decencia.

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