Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Próximo destino, la basura

QUIERO mostrar desde aquí mi reconocimiento al anónimo autor del escrito de descargo y ataque elaborado en nombre de la empresa recaudadora de la Diputación Provincial (que responde al nombre de Agencia Provincial de Administración Tributaria, APAT) con la intención de sacudirse de encima la negligencia de tirar a la basura "treinta y tres" recibos del IBI con información personal sensible, unos recibos que terminaron desperdigados en una calle de Loja. Los recursos habituales para escurrir el bulto suelen ser bastante zafios. En este caso, sin embargo, la exculpación recurre a tácticas retóricas no por falsas dignas de admiración. Los hechos: el jueves pasado alguien tira a la basura sin destruir un montón de avisos de pago a nombre de contribuyentes que contienen importes, razón social, nombres y apellidos y direcciones. Otro alguien abre la bolsa, extrae los papeles y los dispersa por la calle. Y, por último, un último alguien (más que un alguien un alien) los encuentra y denuncia lo acontecido a los periodistas.

La APAT, que por supuesto tiene oficina en Loja, distribuye al día siguiente un comunicado que, lejos de reconocer el error, la toma con el periódico, con el sujeto que abrió la bolsa y con el que encontró los papales. Es decir, con todos menos con quien incurrió en el desliz de deshacerse de los recibos tributarios de una forma tan burda y sin respeto alguno a los titulares de los recibos.

El escrito no tiene desperdicio. Primero, el redactor sostiene que la agencia recaudadora tritura a diario los documentos inservibles, sin excepciones, por lo que este caso, más que una excepción, es un hecho sobrenatural. Y ahora viene lo bueno: la defensa del contenedor de basura como el lugar ideal para deshacerse de la información de los contribuyentes: "La bolsa de la basura se hallaba debidamente (sic) depositada en un contenedor instalado por el ayuntamiento para el reciclado de papel". Y más: "En cualquier caso esos recibos siempre permanecieron en la bolsa". Es decir, la APAT cumplió con su deber (medio ambiental) porque no tiró los recibos del IBI al contenedor de plásticos o de materia orgánica, por muy orgánicos que sean los titulares de los recibos, sino al de papel reciclable.

Otro: los recibos no contienen información "personal (sic) ni confidencial" porque es la misma que figura en la lista que se exhibe en el Ayuntamiento. De este modo la agencia equipara, mediante otra truculencia sofística, los tablones de anuncios con los contenedores de basura. En fin, un lío. Me pregunto qué pensará la APAT si los contribuyentes en vez de pagar depositáramos los recibo del IBI en un contenedor. Por supuesto de papel reciclable.

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