LA declaración por parte de la Unesco del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es un motivo de satisfacción para la cultura. Granada ha tenido un especial protagonismo en ese reconocimiento por parte de las capas cultivadas de la sociedad de unas manifestaciones nacidas y practicadas por el pueblo. La más importante aportación popular de Granada partió del Sacromonte, el barrio gitano que ha exportado su propia idiosincrasia y ha engrandecido los valores más significativos de esta genuina manifestación de la tierra: la particularidad expresiva del barrio y la universalidad de esos valores. En el aspecto teórico, Granada fue en 1922, con el legendario concurso de cante jondo organizado por intelectuales de la talla de Manuel de Falla o Federico García Lorca, el escenario desde el que partió el reconocimiento general hacia el cante y el baile. Nada fue igual desde entonces para el flamenco. Y, por supuesto, Granada ha aportado a grandísimos intérpretes que, como Enrique Morente, han transformado el cante jondo.

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