Todos los grandes poetas hispanoamericanos del XX, esos que ya han empezado a irse o que han cumplido muchos años, como Parra, Blanca Varela, Gonzalo Rojas, Fina García Marruz, Baquero, Segovia, Gelman, Pacheco..., vienen del mismo lugar, de ese sitio riquísimo, deslumbrante, que se llamó las vanguardias, y de la compañía o la ascendencia de los denominados fundadores de la poesía en América Latina: Huidobro, Vallejo, Borges, Neruda, Paz, Lezama.

Gonzalo Rojas (Chile, 1917-25 de un abril muy reciente, el de 2011) venía del Surrealismo; en su juventud formó parte del grupo Mandrágora, el más relevante de las vanguardias chilenas; conoció a Vicente Huidobro y fue su amigo. Es cierto que, muy pronto, Rojas dejó de ser surrealista, o más bien, que se alejó del grupo Mandrágora y siguió su camino, un camino personal e independiente. Pero es verdad también que las huellas de ese movimiento pueden reconocerse en su poesía. Por ejemplo, en su reivindicación del azar: "la poesía encarna en uno como por azar", decía, y en un verso: "Azar / con balbuceo son las líneas de Ilión" (Ejercicio respiratorio); o en su insistencia en el balbuceo y el tartamudeo, y en la infancia (la reniñez, la llamaba él): "Los verdaderos poetas son de repente [...] / son niños / en crecimiento tenaz" (Los verdaderos poetas son de repente); o en su atracción hacia la locura: "[...] es que no tenemos talento, a lo sumo / oímos voces, eso es lo que oímos: un / centelleo, un parpadeo, y ahí mismo voces"(Rimbaud); o en su defensa de la risa: "Esa risa lo es todo: la puerta que se abre, la alcoba que os deslumbra, / los pezones encima del volcán que os abrasa" (La risa); y del humor: "Escrito en Hesíodo: -No hay música ni submúsica bajo el firmamento, lo que hay / es lambada" (Vibraciones acerca de las cuales las estrellas no dan para más); un humor que llega, como en el surrealismo y en las vanguardias, a burlarse de las academias y sus alrededores: "Siempre vendrán de vuelta sin haber ido / nunca a ninguna parte los doctorados" (Victrola vieja).

La propia manera que tenía Gonzalo Rojas de concebir la poesía debía lo suyo al surrealismo: "Tengo que enlazar unas cosas con otras. Así es como voy desrazonando"; y añadía que buscaba oyentes, no lectores (¿y no es de surrealistas, de poetas freudianos, buscar una oreja más que unos ojos?). Su admiración hacia la Revolución soviética, primero, y su crítica cuando la conoció de cerca, después, fue también heredera de las actitudes surrealistas y hasta surrealista fue decir que los mineros le habían enseñado más de literatura que aquella escuela.

Pero, acaso, uno de los modos principales en los que Gonzalo Rojas siguió siendo surrealista fue en su apuesta por el erotismo, por esa idea exaltada del amor que aparece en sus versos y que nos hace pensar en el amor loco del que hablaba André Breton: "Bello es dormir al lado de una mujer hermosa [...] Bello es correr desnudo / tras ella, por el césped / de los sueños eróticos" (A quien vela, todo se le revela), o: "...oh, deseo terrible que me hace oler tu olor / a muchacha lasciva y enlutada / detrás de los vestidos de todas las mujeres", (La salvación); o: "Juro que esta mujer me ha partido los sesos, / porque ella sale y entra como una bala loca"(Carta del suicida); ese amor que, a pesar de todo es, como pedía Breton, uno y único: "Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra de ir y venir entre ellas por las calles, de no poder amar / trescientas a la vez, porque estoy condenado siempre a una, / a esa una, a esa única que me diste en el viejo paraíso" (¿Qué se ama cuando se ama?).

Esa apuesta de Rojas, como la de los surrealistas, por el erotismo no es, al final, otra cosa que una apuesta por la vida, incluso ante la literatura: "Mucha lectura envejece la imaginación / del ojo / suelta todas las abejas pero mata el zumbido" (Escrito con L). Gonzalo Rojas se ha ido este abril de 2011; se ha llevado sus abejas; pero nos deja aquí, con nosotros, el zumbido; su particular zumbido surrealista que, seguro, seguiremos escuchando.

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