Amor, eres destino

Todo es un destino construido frente a todas las dificultades de la vida y que, sin ella, no hubiera podido afrontar

Cuenta la leyenda que doce águilas sobrevolaban Roma en los días de su fundación y los augures que leían los designios de los dioses dijeron que doce siglos de historia gloriosa contemplaría aquella ciudad. No recuerdo ni cuándo ni dónde leí esta leyenda, pero fue la primera vez que haciendo algún cálculo encontré que los números no parecían ser casuales o que, quizás, jugaban al azar. Luego, al ir ganando en años de vida, los dígitos me han ido sorprendiendo, sin duda por azar, con otros encuentros fortuitos. El mismo Isaac Newton creía en ese poder de los números y, dicen, buscó algún sentido a las cifras bíblicas para presagiar el fin de la humanidad. Serán casuales podríamos pensar o quizás realmente los dioses juegan con dados que tienen muchas más caras que las seis con los que los creemos lanzar. ¿Cómo podemos entonces entender nuestras vidas y darles sentido? ¿O tenemos que pensar, como dijo Chejov, que la mayor parte de nuestras vidas discurren bajo el techo del secreto, como bajo el techo de la noche?

Esta columna, escrita en este último martes del mes once de este año, tiene otra casualidad escondida, otro azar que el destino me ha regalado. Su número, en la serie de publicaciones iniciadas tiempo atrás, coincide con el número de años que hoy cumple una mujer. Otra casualidad diríamos. Como es casual que también hoy sea el cumpleaños del que estas líneas escribe. Como es casual que esa mujer y yo compartamos nombre y onomástica entre los numerosos santos que tienen a Francisco por renombre. Todo esto, sin duda, es casual por mucho que en mi cabeza algo me diga que los hados se filtran de alguna manera.

Todos estos Cajón de sastre, hasta hoy, habían sido escritos en una pantalla, espíritu de los tiempos. Este Cajón que leen hoy, primero pasó por una hoja de papel; recordándome a mí mismo cuando escribía versos adolescentes dedicados a esa misma mujer que hoy cumple años. Aquella chica adolescente, tan buena persona, de la que me enamoré. Esa mujer tan buena trabajadora en su profesión, tan buena hija, tan buena madre, tan buena esposa, con la que comparto mi vida.

Quizás no podía ser de otra manera y nada es azar. Todo es un destino construido frente a todas las dificultades de la vida y que, sin ella, no hubiera podido afrontar, resistir ni superar. Pablo de Tarso dejó escrito que el amor es la fuerza que todo lo puede, todo lo vence. Amor, eres destino. Vale.

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