Lo peor de las redes clientelares es acostumbrarse a ellas. Y sucede. La población beneficiada cierra los ojos o silba mientras los sufrientes (parados, pensionistas, trabajadores explotados…) entienden que es imposible cambiar esa realidad. La última semana aparece plagada de escándalos aparentemente menores que informan con claridad de la situación del país. Siguen algunas. El vicesecretario de comunicación del PP, Pablo Casado, aprobó la mitad de la carrera de Derecho en cuatro meses en la Universidad Complutense… para la mitad anterior empleó siete años. El abogado del PP en el caso ERE es secretario adjunto del Consejo de Administración de Canal Sur y obtiene 65.653 euros por ello, pese a que el cargo requiere dedicación exclusiva. La Cámara de Cuentas autonómica ha analizado el once por ciento de los contratos en la Fundación Andalucía Emprende realizados entre 2.000 y 2015 y ha concluido que no se puede acreditar que se garantizaran los principios de igualdad, mérito, capacidad y publicidad. La plantilla de la Fundación se infló hasta el punto de que el 88% del dinero que debía emplearse en el asesoramiento sobre proyectos de futuros negocios acabó destinándose al pago de personal. El PP de Granada critica al PSOE por el aumento del número de trabajadores de la Fundación Zayas y el PSOE responde que entre 2011 y 2013, bajo el mandato de los populares en la Diputación, la plantilla pasó de tres a ¡43! personas. Una de las colocadas por el PP en Emucesa, y a la que jamás se vio por allí, declara ante la Justicia que su labor era "secreta", que realizó dos trabajos sobre "necroturismo" y que se perdieron debido al ataque de dos virus informáticos y a la realización de una mudanza. Esa señora también dijo que nunca se dedicó a la política, pero el PP la premió después con un contrato de alta dirección en la Diputación.

PP y PSOE han creado con el dinero público una legión de mantenidos indiferentes a todo lo que no sea el interés personal. Esos cientos de miles de cómplices seguirán votándolos a la espera de obtener otros beneficios o por mero agradecimiento. Los grandes partidos no parecen dispuestos a impulsar reformas que acaben con la metástasis que pudre el cuerpo institucional y que está generando una brecha social sin precedentes porque entienden que ahí radica la clave de su permanencia en el poder. Pero su caída, según muestran las encuestas, es tan lenta como implacable.