Patrimonio de la humanidad

Todo esfuerzo invertido contrasta con el estado de semi abandono en que se hallan algunas zonas turísticas

Conseguir un turismo de calidad, como afirma mi querido colega y amigo Luis Cañón, radiofonista de pro y columnista habitual del diario La Nueva Crónica de León, es un largo camino en el que deben de estar implicados -conjurados, diría yo- desde los que rigen las instituciones públicas hasta los que hacen de voceros de la oferta, como son los medios de comunicación, pasando, naturalmente, por las organizaciones empresariales y hasta las sindicales y si me apuran, incluidas las asociaciones de vecinos o, por lo menos, algunas de ellas y cuyos barrios mucho tienen que ver con el sostenimiento de este sector económico de prestación de servicios.

En ciudades como Granada, el turismo es vital. Aquí, la industria o las industrias, son meramente testimoniales. Y los llamados polígonos industriales son, en su gran mayoría, centros de distribución y abastecimiento de diferentes productos. Tenemos, porque así se ha venido conformando a lo largo de mucho tiempo, una ciudad de postal, de peregrinación desde los más lejanos y extraños lugares de la Tierra y en la que se "venden" los más maravillosos atardeceres con las más impresionantes vistas de los monumentos naturales -La Vega o la Sierra- en un delicioso maridaje con aquellos otros, levantados por los hombres y que son, porque ese pomposo título les dieron en su día, Patrimonio de la Humanidad.

Aquí, en nuestra Granada, prácticamente, de forma directa o indirecta, todo el mundo vive de recibir y atender en sus estancias a multitud de viajeros, sean visitantes esporádicos que vienen a descubrir la última ciudad que se incorporó a la vieja Europa o sean jóvenes que, durante muchos meses cada año y todos los años, conviven con nosotros, formándose en las aulas de nuestra Universidad.

A nadie cabe duda de que, al menos, se tiene la voluntad de intentar coordinar las acciones de todos los sectores de la sociedad granadina para el fomento del turismo. En lo que sí cabe duda es en la verdadera eficacia de cómo se viene haciendo. Parece que cada uno tira de la manta por una esquina.

Pero todo esfuerzo invertido en Granada, aunque sea en buena voluntad, contrasta grandemente con el estado de semi abandono en que se hallan inveteradamente determinadas zonas, turísticas por excelencia y por ende, imagen y recuerdo primordial de Granada, como es el deplorable y vergonzoso caso del barrio del Albaicín, en el que determinadas calles o plazuelas -y no pocas- no se sabe a ciencia cierta si están pavimentadas con cantos de río o con grande acopio de mierdas de perro o gato, sumado a ello el fuerte olor a micción humana e indecorosas pintadas rupestres. No sabemos si eso forma parte, también, del Patrimonio de la Humanidad: El general estado de abandono y olvido en que nuestro Ayuntamiento lo mantiene y lo (des)gestiona. ¿O no?

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