Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

El pastón del bus

Supone, si sumas el precio de ida y de vuelta, más de la mitad de lo que ganan por hora algunos camareros

Continúa el desgobierno municipal. No hay ideas, no hay modelo, no hay presupuesto, no hay asesores, no hay alcalde, no hay oposición. ¿Qué hay? Hay un señor al que el calor ha desprendido de la más preciosa de sus posesiones (el fular), con escasa preparación intelectual, vocación de vendedor de caldo de serpiente, un temor paralizante a equivocarse y algunas ganas de pasar el rato. Hay siete delegados desbordados de trabajo y, en ocasiones, sin rumbo porque el alcalde no baja del plató. Hay un grupo del PP, con más de la mitad de sus concejales investigados, y un inmortal de la política, Sebastián Pérez, a la espera de que llegue su hora, expulsar a quien le rote, imponer su relato, cargar la ruina de la ciudad sobre sus antiguos compañeros y el actual equipo socialista y cumplir el viejo sueño infantil de ser alcalde de Granada. Hay un grupo, Ciudadanos, dispuesto a apoyar a quién más le dé y Luis Salvador's se lo bendiga. Hay otro grupo que se ha pegado un tiro en el pie, dispuesto a despedazarse en batallas internas, con lo que jamás sabremos si pudieron, pueden o podrán resolver los problemas ciudadanos. Y hay un concejal, Puentedura, más solo que "el portero ante el penalti".

He aquí la última: la subida del billete del bus de 1,20 a 1,40 hasta erigirlo en el más caro de Andalucía. Convierte a los granadinos en seres más tristes, resignados y pobres. Supone, si sumas el precio de ida y de vuelta, más de la mitad de lo que ganan por hora algunos camareros y ayudantes de cocina. Y sirve para montar en un trasto atestado de gente, con escasa frecuencia y que suprime sus servicios a las 23:30, cuando son multitud los trabajadores que aún no han acabado la jornada laboral. La decisión la tomó el PP en 2016, afirma la concejal del ramo, Raquel Ruz. ¿Y qué? Para hacer las políticas del PP y cobrar sus sueldos ya están los del PP. ¡Pesimista!, ¡catastrofista! ¡destructivo!, ¡implacable!... ya oigo al coro de intelectuales orgánicos, instalados en la comodidad cotidiana, en la nómina del partido o en la función pública que jamás encuentras en una parada del LAC. No. Veterano, informado y callejero.

Francisco Cuenca, el alcalde alegre y olé, continúa mañaneando, dejando para pasado lo que podría hacer mañana si no tuviera que acabar el posado de la sesión fotográfica que le han preparado para hoy. Mientras amenaza con condecorar a la Virgen del Rosario y a Jesús del Rescate y superar en inutilidad a todos sus antecesores (menos a José Torres Hurtado), la ciudad, con una deuda descomunal, y muy poco ya que vender, se encuentra en su situación más delicada desde los 80. Esto no acaba mal. ¡Acaba peor!

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