Yo soy del régimen del 78

Esa Constitución nos dice cómo cambiarla, contando con todos. Y no podemos renunciar a ella

Si mis consultas no están equivocadas el año de nacimiento del líder político que encabeza la nueva izquierda, o que aspira a serlo, es precisamente el año 1978. En el caso de la llamada nueva derecha es 1979, pues Albert Rivera aún no había nacido cuando se celebró el referéndum del 6 de diciembre de 1978; mientras que Pablo Iglesias ya andaba dando sus primeros berridos, como todo bebé, pues su nacimiento fue en octubre de 1978; es decir tenía como dos tiernos meses cuando los españoles votaban el proyecto de Constitución que desde entonces ordena nuestra convivencia. 15.706.078 españoles votaron a favor del proyecto de Constitución, el 87,87% de los 17.873.301 electores que votaron ese día; un 58,97% de todos los electores del censo nacional en ese momento. Esta sesión de estadística viene a recordarles a todos los nacidos antes de que se instaurase el llamado régimen del 78 cómo fue aquello, al menos en los números.

Imagino que no voy a convencer a ninguno de los que dicen que basta con un solo voto de más a favor y que no importan ni porcentajes de participación ni otras cuestiones de garantía democrática; que lo que hay que hacer es votar para que el pueblo se libre del régimen del 78. Un régimen que les parece dictatorial aunque no conocieran al dictador Franco y añoren ciertos socialismos reales donde limpiarse la mierda es complicado por la falta de papel higiénico. O quizás porque compartan el ideal de la anarquía en la que una catedral se convierta en un economato autogestionable. Sin duda, ante alternativas tan atractivas, no les voy a convencer.

Por mi edad, yo no pude votar aquel 1978, pero quiero reclamar el derecho, por si acaso, de decirles que yo soy del régimen del 78. Con esa Constitución, que nunca me obligaron a estudiar al contrario de la obligada memoria de ciertas leyes del movimiento, salimos de las crisis económicas de los años 80; con esa Constitución ganamos en autogobierno; con ella fuimos Europa; con ella vimos el final del terrorismo de ETA. Y ella misma nos dice cómo cambiarla, contando con todos, con los que la votaron y también con los que no la votamos pero la sentimos propia. Y no podemos renunciar a ella.

No quiero convencer a nadie, pero desde luego no quiero que piensen que me pongo de perfil, miro para otro lado, me callo o me da igual. Vale.

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